PRIMEROS AUXILIOS
Se me juntaron varias cosas, la primera, que sin venir a cuento me he pillado un asma absurdo que, en principio, atribuí a todos los años que llevo de amistad con Juan Cruz. Cuando me dijeron que el asma de Juan no se contagia, pensé que igual es que tengo alergia al campo, pero el médico me dijo que el campo de su pueblo no provoca alergias (me dio la impresión de que mi santo le metía al doctor algo en el batín); y finalmente lo atribuyeron a la genética, pero mi padre me dijo que era imposible, que nuestra genética, al menos en lo tocante a él, es impecable, así que será psicológico. En mí, dice mi santo, no sería raro. Digo que se me juntaron varias cosas, el asma, que me hizo sentir más cerca de Proust (si cabe), y el aburrimiento. Conclusión: que cogí un libro y me senté debajo de un árbol de mi exigua propiedad. Tengo cinco árboles, pues debajo de uno. A ver si la gente piensa que este es El jardín de los Finzi Contini.
Me senté bajo el cedro (sé qué árbol es porque mi santo un día puso unos cartelillos en cada tronco con el nombre porque decía que le tenía frito con: y éste cuál es, y éste..., y que antes de pensar que soy limitadilla prefiere adoptar soluciones pedagógicas). Abrí el libro El hombre sin atributos, de Robert Musil, que acaba de mandarnos con toda su buena voluntad Adolfo García Ortega, de Seix Barral, pero la verdad, me pareció descorazonador leerme 1.200 páginas de un hombre que el pobre, por lo que sea, por un accidente o por genética (peor que la de mi padre) no tiene atributos. No pierdo tanto tiempo yo con un hombre en esas condiciones. Se me deslizó el tocho de Musil de las manos y asmática y todo me entregué a mis fantasías. Pensé que sería bonito montar una fundación, no en plan ayuda al marginado, no, una Fundación de estudios sobre mi Obra. Sé que es algo que suelen montar las personas ancianas, pero precisamente yo quiero hacerlo ahora que tengo salud y lozanía. Como veo que se ha convertido en una tradición no convidarme a las universidades de verano quién me impide montarme mi chiringuito. Ya lo estoy viendo: unas estudiantas haciéndome unos estudios feministas, y unos estudiantes (con atributos) haciéndome unos estudios, que si mi humor y su gran simbología..., en esa onda. Yo les tendría aquí su piscina, su equipito de música. Y te digo una cosa, como yo me empeñe le voy quitando clientes a la Universidad de El Escorial (que siempre gusta). Aquí además tienen el aliciente de ver a mi santo manejando la Thermomix, que se me ha hecho un virtuoso. Es un poco el Chicote de la Thermomix.
En dichos pensamientos estaba sumida cuando de pronto me cayó en la cabeza algo que de momento creí que me la había abierto. De forma absurda pensé que me había caído el libro de Musil desde el cedro, pero no, había sido una ardilla, que se suben al cedro y tiran las piñas al suelo las cabronas para romperlas y comérselas. '!Qué fundación ni qué niño muerto, si aquí no se puede traer a nadie, joé!', grité fuera de mí. Me salía sangre. Y no te digo que veo venir a mi santo corriendo con la botella de alcohol para echarme un chorro. Como pa colocarlo en el Samur.
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