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RELATO

EL ÚLTIMO TRAYECTO DE Horacio Dos

Resumen. La nave comandada por Horacio Dos se ha desviado de su ruta para reponer provisiones. Mientras, varios tripulantes organizan una fiesta con abundante alcohol -probablemente suministrado por el médico-, al tiempo que Horacio indaga sobre una mujer que viaja en la nave. Para complicar la situación, uno de los segundos de a bordo comunica que navegan en dirección contraria a la estación donde debían repostar.

3 Martes, 4 de junio

Como falta poco para llegar a la Estación Espacial Fermat IV, adonde nos dirigimos con objeto de avituallar la nave, acudo de nuevo a la Cámara Estanca donde se halla el Banco General de Datos con objeto de consultar en el Astrolabio los concernientes a la Estación Espacial Fermat IV y su presunta peligrosidad. Antes de efectuar la consulta, sin embargo, decido consultar los datos concernientes a la señorita Cuerda, toda vez que el segundo segundo de a bordo, a quien encomendé hacerlo, se muestra remiso a cumplir con su cometido.

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Hecha la oportuna consulta advierto que los datos concernientes a la señorita Cuerda han sido borrados del Archivo de Pasajeros, así como del Banco General de Datos. Consulto la fecha en que fueron borrados y advierto que también este dato ha sido borrado del Archivo. Mi primera sospecha recae sobre el segundo segundo de a bordo, aunque no hay que descartar la posibilidad de que otra persona, incluso la propia señorita Cuerda, haya tenido acceso al Banco General de Datos, así como de que el Banco General de Datos haya sufrido una avería, cosa que sucede con cierta frecuencia.

Sin embargo, otras consultas hechas al azar sobre otros miembros de la tripulación, así como del pasaje, me confirman que la desaparición de los datos concernientes a la señorita Cuerda es una excepción, lo que en principio indicaría que dicha desaparición es obra deliberada de alguna persona que no se ha tomado la precaución de borrar otros datos para simular que la desaparición es debida a una avería, bien por no prever que yo efectuaría la comprobación, bien por no habérsele ocurrido esta argucia. Sea como sea, quien haya procedido a la eliminación no autorizada de los datos en cuestión lo ha hecho para evitar que la identidad de la señorita Cuerda, así como sus antecedentes, pudieran ser consultados.

El caso podría revestir gravedad si no existiera un duplicado secreto y codificado de todos los datos concernientes a la tripulación y al personal, del que sólo tiene conocimiento y al que sólo tiene acceso el capitán de la nave. En el ejercicio de mis prerrogativas, y preventivamente, extraigo los datos concernientes a la señorita Cuerda. Como desconozco la clave de lectura, acudo al manual de claves para uso de la oficialidad, al que ni el primero ni segundo segundo de a bordo tienen acceso, por haber sido ambos degradados en forma infamante. También a mí, y por razones que ignoro, se me niega el acceso al manual de claves, por lo que no puedo sacar nada en claro de lo que, sin ser debidamente descodificado, constituye un verdadero galimatías. Sin embargo, y tras varios intentos, consigo descifrar algunos términos o fragmentos de términos, entre los que figura subrayada la palabra 'murder'.

Cuando comparece el primer segundo de a bordo a rendir su parte de ruta, le comento la desaparición del Archivo de Pasajeros, así como del Banco General de Datos, del historial concerniente a la señorita Cuerda, y mis sospechas, que, tras larga reflexión, recaen sobre el segundo segundo de a bordo. El primer segundo de a bordo las confirma diciendo haber sorprendido al segundo segundo de a bordo en compañía de la señorita Cuerda. Añade que la conversación entre ambos parecía 'animada', dos puntos por debajo de 'apasionada' y cuatro puntos por debajo de 'tórrida'. Le pregunto si se atrevería a calificarla de 'confidencial' y responde que no, porque no pudo acercarse a la citada conversación y escuchar sin ser visto. Añade que más tarde sorprendió a la señorita Cuerda con el médico de a bordo, el doctor Agustinopoulos, enzarzados ambos en una conversación que sí se atrevía a calificar de 'confidencial', e incluso de 'confidencial con pucheros', al menos por parte de la señorita Cuerda. Acto seguido añade haber sorprendido al doctor Agustinopoulos y al segundo segundo de a bordo, ambos enzarzados en una conversación que se atrevía a clasificar de 'tête-à-tête' e incluso de 'entre hombres'.

Le encomiendo no relajar la vigilancia de todos los presuntos implicados en el asunto, le conmino a volver al puente de mando con objeto de seguir rumbo a la Estación Espacial Fermat IV y decido aplazar la consideración del hecho hasta la próxima reunión de mandos.

Mismo día, por la noche

Cuando estoy acabando la cena solicita entrevistarse conmigo con carácter de urgencia un pasajero del sector de los Delincuentes. Lo someto a una larga espera para sembrar en su ánimo la confusión y el desaliento. Cuando finalmente comparece ante mí advierto que se trata de un individuo alto y fornido, de cabello prematuramente encanecido, quizás de resultas de sus actividades delictivas, y facciones nobles, algo torvas, no exentas de atractivo viril, que dice responder al nombre de Garañón o Garamond, sin especificar si se trata de su verdadero nombre o de un apodo.

Preguntado si viene en representación de todos los Delincuentes o de un grupo de Delincuentes, responde que no, que viene por iniciativa propia, pero que el asunto que le trae a mi presencia es de interés general. Luego, advirtiendo la botella de Poully Montrâchet que al término de la cena ha quedado mediada sobre la mesa, me pide que le invite a una copa. Me niego hasta tanto no explicite el motivo de su visita y responde que no sólo no lo hará si no le invito a un vaso de Poully Montrâchet, sino que propagará entre la tripulación y el pasaje que el comandante de la nave bebe Poully Montrâchet mientras los demás se ven obligados a beber agua pútrida con clorofila, en vista de lo cual accedo.

Tras haber paladeado la copa de Poully Montrâchet y de haber emitido ruidos guturales y exclamado '¡rico caldo, pardiez!', el llamado Garañón dice haber oído que la nave se dirige a la Estación Espacial Fermat IV y pide que le confirme este rumor, a lo que en principio me niego hasta tanto no me dé una razón válida por la que yo, en mi condición de comandante de la nave, deba satisfacer la curiosidad de un pasajero.

A esto responde que todos estamos, literalmente, 'en la misma nave', por lo que las decisiones de quien rige los destinos de dicha nave afectan a cuantos van en ella, y añade que si efectivamente nos dirigimos a la Estación Espacial Fermat IV se lo debo decir, puesto que dicha estación constituye un peligro cierto, como es bien sabido. Al decir 'como es bien sabido' señala con el dedo la botella de Poully Montrâchet, aunque no sé si este gesto encierra algún significado concreto.

Decido ceder a sus argumentos y le confirmo que, efectivamente, he ordenado poner rumbo a la ya citada Estación Espacial Fermat IV, adonde espero arribar en breve, y le insto a que me explique en qué consiste el peligro al que se acaba de referir.

Responde que no lo sabe a ciencia cierta, pero añade que durante varios años trabajó como contrabandista al servicio de grandes empresas en varios circuitos interplanetarios y tuvo reiteradas ocasiones de oír historias concernientes a la repetida Estación Espacial Fermat IV, según las cuales nadie que hubiera recalado por voluntad propia o en forma accidental en aquella Estación Espacial había salido con vida o, al menos, había salido indemne, por lo que tanto las naves autorizadas como las no autorizadas la evitaban escrupulosamente, aun cuando la Estación Espacial, en su condición de puerto franco, se había ofrecido en forma velada pero inequívoca como refugio de contrabandistas y fugitivos de la justicia.

Oída esta explicación, le pregunto a qué venía señalar hace un rato con el dedo la botella de Poully Montrâchet y responde que no recuerda haberlo hecho. En cuanto a su relato, le respondo que difícilmente podemos soslayar la escala en la reiterada Estación Espacial Fermat IV, puesto que las provisiones alimentarias, por no hablar del depósito de agua pútrida, están a punto de agotarse, como él mismo ya debe de haber advertido. De todos modos, añado, tomaré en consideración su advertencia y consultaré el Astrolabio, cosa que debería haber hecho hace unos días, pero que he ido postergando por diversas razones que me niego a enumerar.

Continuará

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