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Reportaje:CERRO VENTOSO | EXCURSIONES

La primera montaña

Un paseo por este monte permite contemplar desde las alturas Peñalara, la Bola del Mundo y medio Madrid

Siempre nos hemos preguntado cómo pudo ser la primera vez que alguien subió a una montaña de nuestra sierra por el mero placer de explayar la mirada, y no huyendo de la Santa Hermandad o buscando una chota descarriada. No hay testimonio histórico, pero lo más problable es que fuera algún cultivado viajero hispanorromano el que, al inaugurarse la calzada de la Fuenfría (siglo I después de Cristo), decidiera culminar el monte no muy alto (1.962 metros) que queda a la derecha y más a mano del puerto para avizorar el acueducto y los campos frumenticios de Segovia, el Val Sabinorum (Valsaín) y todo lo que luego se dirá. Ese monte es el cerro Ventoso.

Además de lógica, esta suposición tiene la virtud de que nos remite a otro monte ventoso y de similar altura, el Mont Ventoux (1.909 metros) de Vaucluse, en el sureste de Francia, escenario de la primera ascensión montañera de que hay noticia en la historia: la que, a 26 de abril de 1336, acomete Petrarca para apaciguar su ánimo atormentado por un viejo amor. De este hecho sin precedentes, Manuel de Terán ha dicho: 'Nos encontramos en el preludio de la gran revolución en la sensibilidad del hombre, con la aportación del Renacimiento italiano en el descubrimiento de la antigüedad clásica, de la naturaleza y, sobre todo, de la intimidad del yo personal'.

En la cima, Petrarca recita un pasaje de las Confesiones de San Agustín: 'Y salen los hombres a admirar la altura de los montes, y el fácil y copioso curso de los ríos, y las revoluciones y giros de los astros, y no ponen atención en sí mismos'. Y esa misma no-che, de regreso en su aposento, dichoso e insomne, escribe el poe-ta: 'La vida que llamamos feliz está situada en un lugar elevado. Un camino estrecho conduce a ella. Muchas escarpaduras cortan ese camino y es necesario avanzar de virtud en virtud, por unos peldaños que ascienden. En la cumbre está el objetivo supremo. Todo el mundo quiere llegar a él, pero como dice Ovidio, querer es poco, es preciso desear apasionadamente'. Son las palabras de un moralista medieval, pero también, ya, las de un montañero moderno.

Siete siglos después, el Mont Ventoux lo escalan hasta los ciclistas del Tour. Nuestro cerro Ventoso, en cambio, se conserva intacto y peatonal a la vera de la calzada romana, invitándonos a conquistarlo con inocencia antigua, como si fuera la primera montaña, la primera vez. Con esa ingenua pasión subimos desde las Dehesas de Cercedilla por la anciana calzada, la cual está señalizada -allí donde le falta el pavimentum- con círculos blancos sobre los pinos. En una hora larga, coronamos el puerto de la Fuenfría (1.796 metros) y acto seguido tiramos a la derecha por la máxima pendiente, sin seguir ningún camino, zigzagueando a la diabla por el pinar hasta ganar, en media hora más, la alomada calva cimera.

He aquí lo mucho que vemos desde el cerro Ventoso: a poniente, la picuda parva rocosa del Montón de Trigo (2.156 metros); a naciente, Peñalara, la Bola del Mundo y el murallón almenado de Siete Picos (2.428, 2.268 y 2.138 metros, respectivamente), este último tan sólo separado de nuestro observatorio por el collado Ventoso (1.893 metros); al norte, el pinar de la Acebeda, el de Valsaín y media Segovia; al sur, el valle de la Fuenfría y medio Madrid.

Para regresar, avanzamos por toda la cresta del cerro hasta el collado Ventoso y de allí bajamos a la derecha por el camino Schmid -marcado con círculos amarillos- hasta el inicio de la calzada. Y lo hacemos con esa nostalgia que nos invade siempre que dejamos atrás una montaña, pensando que quizá nunca más hollaremos su cima y que, aun en el caso de que lo hagamos, ya no seremos los mismos. Es la melancolía que, al final de sus días, hizo a Petrarca decir: 'Cimas de este mundo y cima de la vida. ¡Cuán lejanas estáis ya para mí! Escapáis de mí inaccesibles, cuando ya me inclino hacia la tierra que me llama y a la que debo unirme. Es el crepúsculo...'.

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Un excursionista otea desde el Cerro Ventoso.
Un excursionista otea desde el Cerro Ventoso.A. C.

Sombras, fuentes y arroyos

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