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Columna
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Codicia

Después de los últimos incendios forestales, en la costa malagueña debe de haber en estos momentos más grúas que árboles. Pero, naturalmente, a la patronal de la construcción (FADECO) aún les parecen pocas. Los de FADECO se quejan de que la mayor parte de la provincia está a punto de agotar sus reservas de suelo urbano, por lo que habría, según ellos, que crear nuevas reservas; es decir, convertir en edificables suelos rústicos o forestales.

El celo de los constructores es tal que, si fuera por ellos, alicatarían la serranía de Ronda. Olvidan quizá que sus clientes querrán tener casas a las que llegue el agua corriente y en las que se pueda hacer uso del retrete, pero ni el agua disponible es infinita, ni todavía se sabe cuándo se concluirá de verdad la red de saneamiento integral de la Costa del Sol, proyecto del que se viene hablando desde hace más de treinta años.

A estas alturas parece mentira que haya gente que siga pensando que construcción equivale a desarrollo. En otras zonas turísticas, como Baleares, hace tiempo que se dieron cuenta de que una cosa no tiene nada que ver con la otra, pero aquí, en Andalucía, se están terminando de destrozar los escasos rincones del litoral que no habían sido ya devorados por el hormigón.

Que a los de la patronal de la construcción aún les parezca poco el daño que se ha hecho y reclamen más suelo para construir es explicable: ellos tienen claro cuál es su negocio. Lo lamentable es que reivindicaciones como las de FADECO terminen tomándose en serio. No hay que olvidar que el suelo es un recurso más y, por tanto, es limitado. Pero tampoco es para ponerse a llorar. Afortunadamente, y aunque no se lo crean los constructores ni buena parte de los alcaldes, la construcción no es la única actividad económica: es sólo una más y, si se desboca, puede tener efectos fatales para sectores como el turístico, además de hacer muy inconfortable la vida de la población.

Pero la Costa del Sol sigue rigiéndose por la lógica de los tiempos del turista un millón, de aquellos años del technicolor en los que Alfredo Landa corría en calzoncillos tras las suecas en un Torremolinos ya entonces destrozado pero que ahora nos parece idílico. Es esta una lógica que implica que los turistas y residentes extranjeros no deben de ser molestados con minucias como la ecotasa, el impuesto sobre la renta o el cumplimiento de las leyes penales. Hace cinco o seis años -gobernaba todavía el PSOE-, el párroco de Marbella clamó desde el púlpito contra la Administración Tributaria por haber abierto una inspección a Gunilla von Bismarck: '¿Qué propaganda quieren hacer de Marbella, quieren echarnos la gente de aquí?', se preguntaba el clérigo ante una actuación de Hacienda que el alcalde Jesús Gil calificó por aquellos días de 'terrorismo turístico'.

Desde entonces las cosas no han cambiado mucho. La semana pasada, el presidente del Patronato de Turismo de la Costa del Sol y de la Diputación de Málaga, Juan Fraile (PSOE), mostraba su comprensión por la instalación de grupos mafiosos en la zona: 'Es una realidad que nos toca vivir como zona turística', dijo.

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Se ve que esto de la Mafia debe de ser también cosa de la modernización, aunque no sé si de la primera o de la segunda.

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