La Vía Augusta
La Vía Augusta fue como la autopista A-7, que estos días centrales del verano es como un río de motores. La A-7 nos une a los valencianos por el norte y por el sur al comercio y a la industria, al turismo y al trajín. Siempre articularon y unieron las grandes vías de comunicación terrestre a hombres y territorios; son tan indispensables como el agua y la calor que fructifican nuestros campos. De la importancia de caminos y carreteras tuvieron puntual conocimiento los romanos cuando a finales del siglo IV antes de Cristo construyeron la Vía Apia con mucha cabeza y mucha técnica refinada: firmes de piedra machacada cubierta de cemento y arena, y encima bloques poligonales de piedra que aseguraban un máximo de vida y unos costos mínimos de conservación. Luego construyeron 9.000 kilómetros de vías principales y casi 20.000 de vías secundarias en la península ibérica. Las calzadas romanas favorecieron el progreso y el desarrollo económico de las gentes de otros tiempos, y merecen un respeto.
En distintas comarcas del País Valenciano, los viejos maestros nos enseñaron a respetar las calzadas como algo muy nuestro que durante siglos nos unieron a los demás. Tenían los maestros la Vía Augusta a mano en Borriol, en Sagunto, en Traiguera, en Sant Mateu, en Puçol, en Nules, en la Vilavella, en Xàtiva y en Algemesí, en Salzadella y en Pilar de la Horadada. Nos llevaban a dar una vuelta por tal de ver algun miliario, piedras con inscripciones latinas que marcaban las distancias en el terreno, y a comprobar la solidez de algunos tramos con una pavimentación mejor o peor conservada. La Vía Augusta fue el primer corredor mediterráneo que nos llevaba a Cádiz, a las Galias y a Roma. El mal pagado maestro enfatizaba: 'Estos grandes caminos fueron los cimientos del imperio de Roma y aseguraron el movimiento de sus ejércitos y el desarrollo regular de su comercio, sus comunicaciones y su servicio postal'. Luego susurraba en voz baja que se mantenía en parte por el cobro de peajes y en parte las mantenían las localidades por donde pasaban. De vuelta en la escuela teníamos que escribir la preceptiva redacción que recogía las enseñanzas del maestro.
Estos días evoca la memoria la calzada y al pedagogo: las obras de ampliación de la autovía Borriol-La Pobla van a convertir unos kilómetros de cuanto queda de la Vía Augusta en las comarcas castellonenses en asfalto irreversible. Otra agresión al patrimonio, a la memoria de nuestro entorno inmediato. Otro dislate que puede y debe, todavía, evitarse variando apenas el trazado de esa nueva autovía necesaria para el trajín y tráfico de las laboriosas poblaciones de por estas comarcas.
Y es curioso que los responsables de Obras Públicas y Medio Ambiente del PP de por aquí, y el gobierno municipal del PP por donde Borriol, localidad en que se han cometido los primeros atropellos contra las piedras milenarias de la Vía Augusta, miren hacia otro lado. Hace apenas dos o tres años nos contaban que se comprometían a adecentar la vía para el senderismo, para el ocio recreativo y cultural en bicicleta que uniría algunos de nuestros espacios naturales protegidos: historias ilusorias que son ceniza en la memoria. La historia real, la del viejo maestro, la destruyen las escavadoras.
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