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Columna
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Globetrotters

Antes de despedirse de todos nosotros hasta el mes de septiembre, Manuel Chaves ha vuelto a recordarnos que el próximo curso comienza La Segunda Modernización de Andalucía. La cosa por lo visto va en serio.

Decir que Andalucía necesita una segunda modernización es decir que la región se ha quedado anticuada por segunda vez en poco tiempo. Que Chaves lo reconozca ahora, después de que los socialistas hayan empleado varios lustros en intentar modernizarla por primera vez, supone en cierto modo reconocer el fracaso del primer intento. La honestidad de este diagnóstico me ha hecho a mí pensar que quizás no sea Andalucía -o al menos no sólo- quien necesite esta segunda modernización, sino sus supuestos modernizadores, esos que la han dejado anticuarse dos veces seguidas. No quisiera que Teófila Martínez, a la que tengo por más antigua que moderna, llegara nunca a la presidencia de la Junta; pero eso no quita que anunciar con tanto énfasis, con tanto bombo y platillo, el advenimiento de una Segunda Modernización en Andalucía sin incluirse uno mismo en ella me parezca, además de un simpático detalle, una profecía poco verosímil o, si se quiere, ineficaz. ¿He dicho ineficaz? Lo retiro. Todo este asunto de la Segunda Modernización de Andalucía con el que Chaves se despidió de todos nosotros la semana pasada y con el que los socialistas seguirán dando la brasa durante el mes de septiembre tiene al menos la utilidad de haber puesto en evidencia la torpeza del PP.

Esta solemne y rimbombante re-modernización de Manuel Chaves supone, como digo, reconocer que después de varias legislaturas socialistas en nuestra región sigue habiendo muchas asignaturas pendientes: Chaves habla de la globalización en Andalucía, y yo pienso en las siete horas que tardo de Almería a Sevilla; Chaves habla de las nuevas tecnologías, y yo pienso en mi alumna de cuarto de carrera, a la que he sugerido que me envíe sus dudas por correo electrónico, y que me ha contestado: '¿Por correo electrónico, Antoñico? ¡Cómo no te las envíe por el microondas!'. Por eso resulta tan descorazonador que la oposición se haya dejado birlar el argumento, y que se haya limitado a presenciar boquiabierta cómo ese prestidigitador llamado Chaves hace pasar el debe por el haber, y convierte la obligación de cumplir lo prometido en promesa de una nueva modernización.

Sea como fuere, los debates de este curso en el Parlamento andaluz, que culminaron el mes pasado con la citada Anunciación del sobredicho advenimiento, me han recordado mucho a aquellos espectáculos de baloncesto acrobático que veía de niño en el desaparecido Palacio de los Deportes de Madrid. Los socialistas, convertidos -como diría Juan José Lucas- en los Harlem Globetrotters de la política, se han ventilado el partido haciendo pases tan inverosímiles como inútiles ante la cómica incapacidad de un equipo de pacotilla que se hace llamar oposición.

Y luego estamos nosotros; menudo papelón el nuestro, comentando las incidencias de un partido cuyo final conocemos, aplaudiendo o abucheando las jugadas desde las columnas de esta grada imaginaria.

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