Gran final con una ópera de Mozart
Llega a su fin y a su cima la primera edición de los Encuentros de Santander, la más reciente aventura de Paloma O'Shea y sus fundaciones.
Y llega de la mejor y más verídica manera: con Mozart, el feliz inventor musical de Così fan tutte, un libreto de Da Ponte sobre ideas y convenciones de larga estirpe entre las que se cuenta el Decamerón, que Wolfgang Amadeus convirtió en obra de arte viva y auténtica. Tanto que, como en las mejores óperas, la mayor carga de teatralidad y el mejor ritmo de la acción están en la partitura.
La invención y la realización son tan portentosas, de tal jugosidad, lirismo y perfección, que el 'vino viejo' adquiere formas y sabores inéditos en los siempre nuevos odres mozartianos. Nada importa entonces la ligereza o simplicidad del texto, sobre todo cuando ofrece al compositor ocasión para el juego -simétrico o asimétrico- de las estructuras musicales o permite la elevación de tan bellas y melancólicas melodías como la del aria Un aura amorosa.
Realización inteligente
Todo ello se ha patentizado en la muy inteligente realización de Vincent Boussard, gran hombre de teatro capaz de interpretarlo, cuando de ópera se trata, desde los más puros valores musicales.
Ha tenido dos colaboradores de excepción, entre otros: Teresa Berganza, asesora, orientadora y gran maestra de la voz y del estilo, que ha sido capaz de unificar en poco tiempo la manera y la intención de un reparto juvenil de gran calado.
Brillante y efusiva
En fin, el director Antoni Ros Marbá, un mozartiano impenitente -como Celibidache, como Goethe o como Luis Cernuda- que elevó la orquesta del encuentro a niveles de internacionalidad brillante y efusividad intensa. De nombres -como Ana Hassler, mezzo; Grabriel Bermúdez, barítono; Ana Lucrecia García, soprano; Felipe Nieto, tenor; Davinia Rodríguez, soprano, y Francisco Santiago, bajo- se hablará mucho y pronto. Son cantantes y músicos de la admirable casta de Teresa Berganza y asumen la ópera cuando llega el caso, desde un espíritu de cámara.
El público abarrotó el Palacio de Festivales y se sintió feliz con la obra de Mozart y la de sus intérpretes juveniles con tantos méritos individuales y tan admirable pasión de equipo. De ahí las largas ovaciones que alcanzaron a todos, incluida la voluntariosa Paloma O'Shea.
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