Cosecha de 2001
El verano es la estación de los refrescos y este año los fabricantes presentan nuevos y chispeantes productos. No son caldos criados bajo vetustas bóvedas de mampostería ni resguardados del sol en viejos bocoyes, sino latas convencionales con tratamiento gráfico modernillo y apertura abre-fácil que, como insecticidas antised, invaden los estantes de colmados y supermercados. ¿Su misión? Apagar la sed y, al mismo tiempo, fomentarla. Porque de eso se trata: de crear un extraño círculo vicioso en el que la sed estimula las ganas de beber y viceversa. Por desgracia, no hay sumilleres de fiar que, luciendo una aparatosa medalla y realizando toda suerte de muecas y escupitajos, puedan dar fe de la calidad de los caldos puestos a la venta. Hay que fiarse de uno mismo y proceder a la cata en, pongamos, la intimidad de la cocina. Con voluntad de servicio público, me armo de sed y de paciencia y procedo a catar seis de las novedades del universo refresco verano 2001.
Con voluntad de servicio público, me armo de sed y de paciencia y procedo a catar seis de las novedades del universo 'refresco verano 2001'
'Damm Lemon es fruto de un insólito suceso: Citrus se ha unido a nuestra cerveza para conseguir el suave sabor de la clara más refrescante', reza el sinuoso lema que decora la lata de 33 centilitros de Damm Lemon. También aparece un dibujillo en el que una especie de demonio de color rojo sale propulsado sobre un medio limón atómico, como si practicara el surf sobre las encrespadas olas de un océano dulzón. La clara, como saben, es el resultado de mezclar cerveza con limonada o, en su defecto, gaseosa, sin que exista jurisprudencia sobre dónde empieza la limonada y donde termina la cerveza. Envasada en lata, el resultado presenta algunas notas de crianza interesante, aunque se detecta una ligera astringencia. Suave, con cuerpo. Conclusión: más cerca de la cerveza que de la limonada.
Aunque la lata anuncie Lipton Ice Tea Limón con un sugestivo despliegue tipográfico, la letra pequeña deja bien claro que se trata de una bebida de extractos de té y zumo de limón. O sea: como con el aceite, se exprimen las sobras de una idea para crear un nuevo concepto comercializable inspirado en el concepto primigenio. 'Sírvase muy frío', dice. Mejor así: con un poco de suerte, el paladar sufre un impacto que bloquea su capacidad cognoscitiva y tardamos unos segundos en, pese a apreciar su dulzona capacidad para saciar la sed, constatar cierta decepción respecto a la expectación creada. Aroma mineral, sedoso y una ventaja para los que sufren de retortijones intestinales: la falta de gas.
The Fanta Collection. Dicho así, parece el título del próximo disco de la Fundación Tony Manero. Pues no. En realidad, se trata de la espectacular y agresiva tripleta refrescante ideada por Fanta, o sea, por Coca-Cola, la madre de todos los refrescos. Los clásicos son los clásicos y en las latas de los nuevos productos puede leerse este singular aviso: 'Proteger de la luz solar. Preservar de olores agresivos. Conservar en lugar limpio, fresco y seco'. Son, por supuesto, consejos imposibles de llevar a cabo, ya que se contradicen con el verano, estación de excesos solares, de pestazos agresivos y de suciedades y humedades varias. Tatachín, tatachín. Fanta Collection presenta sus tres sabores: mandarina, frutas exóticas y frutas del bosque. Un consejo: no se las tomen seguidas porque la mezcla te pega un castañazo importante que te deja flotando sobre una imaginaria burbuja con efluvios dulzones de la que cuesta bajar.
Seamos serios: la Fanta Mandarina está rica, pero se parece excesivamente a la Fanta Naranja o, por utilizar jerga de crítico literario, se le nota demasiado el eco afantanaranjado de sus influencias. La de frutas del bosque, en cambio, es original. Es al refresco lo que el tutti-fruti fue al helado, una auténtica revolución, aunque falta saber si necesaria. La de frutas exóticas es una relectura de la anterior con toques amargos, para aquellos adolescentes esnobs que quieran desmarcarse de los refrescos fáciles y convencionales aportando una sutil pátina amargante que recuerda los primeros tiempos de la tónica. Una opción minoritaria pero sofisticada, como la de los coches descapotables.
Con la boca llena de Schweppes Citrus, intento identificar los sabores que promete la prosa de la lata: extractos de naranja, aromas naturales de pomelo, lima y mandarina. Ahí va el pomelo, noto. Y si cierro los ojos y me concentro, puedo llegar a detectar una imprecisa mezcla de mandarina y naranja. Pero para qué nos vamos a engañar: lo que más noto a estas alturas es el anhídrico carbónico. Está a punto de salirme por las orejas así que, con modales de experto, dejo que el líquido termine su breve recorrido. Buen paso de boca. Suave. Untuoso. Finos aromas frutales. Potente. Sobrio. Sin demasiados matices aromáticos. Justo de acidez. Toque floral. Creo que me ha afectado al cerebro y me ha provocado un ataque de prosa vinícola. Sauvignon, verdejo, barrica... Antes de llamar a una ambulancia para que se me lleven, les diré que el precio total de las seis latas es bastante económico: 330 ptas. IVA incluido. En bodegas Caprabo, of course.
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