Apasionante rareza
Habrá quien quiera ver en este extraño filme un carácter alegórico: una película alemana, que transcurre en una vieja piscina pública que literalmente se desmorona -¿la Europa del Este?-, poblada por seres con expectativas de vida distinta, desde quien pretende convertir la piscina en una ciudad moderna -¿los especuladores que se hicieron de oro con la remodelación de Berlín Este?- hasta quien sueña con improbables viajes hacia paraísos de nombres exóticos: la isla de Tuvalu, por ejemplo.
Pero más allá de esta lectura, permitida por las imágenes que el filme propone, son justamente estas imágenes, junto a la intransigencia con que defiende su adscripción a una manera de hacer que ya no se usa, el provocar sentimientos sin otro soporte que la imagen, las que terminan resultando lo más gozosamente sorprendente de esta auténtica, insobornable rareza. No se trata de que el formalismo se apodere del discurso, sino de la capacidad para crear un mundo ordenado y coherente tras la devastada belleza del entorno, del misterio con que sus hieráticos personajes se mueven por el encuadre.
Babelia
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