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Columna
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Morey

Da gusto ver que la gente va a más. Es algo que reconforta. Por ejemplo, y en este orden de cosas, me ha producido una gran alegría enterarme de que Jaime Morey, otrora cantante meloso con rostro de querubín anestesiado y hechuras corporales de patrón de fonda, está mezclado en lo de Gescartera. Cierto que el hombre, a pesar de las afinidades melódicas que compartía con la finada Carmen Polo de Franco, no ganó en Eurovisión en el 71, pero hay que reconocer que ninguna de sus canciones ha servido, posteriormente, para torturarnos en anuncios como el de Amena y similar. Merecía un premio.

Hoy he sentido una violenta nostalgia por el pasado (quiero decir que tuve ganas de liarme violentamente a hostias con el ayer) y he salido a recorrer los establecimientos especializados, en busca de discos de Morey. Ni modo. Albergaba la esperanza, lo reconozco, de hacerme con las pruebas del delito. No el de Gescartera, sino el anterior, el pecado original: sus canciones. Sin embargo, y ante mi asombro, en las tiendas desconocen quién es Jaime Morey cantante y sólo saben de él que está metido en el asunto de los miles de millones desaparecidos.

En mi mente resuenan algunos títulos, aunque sin música: Fue ayer, Georgie girl. Pero no recuerdo la letra y, aunque quisiera, no podría ayudar ni a los obispos ni a las asociaciones de huérfanos ni a los sindicatos policiales que colocaron sus ahorros en Gescartera para que le procesaran, al menos, por acosamiento estético e incitación a la cursilería. Lamentable.

Hace unos años, cuando los que ahora mandan empezaban a levantar cabeza, coincidí con Morey en una radio. Yo iba con un libro y él, cantando mañanas, como siempre. No obstante, no imaginé que iba a meterse en honduras económicas que manipulan dinero ajeno. No tuve ese acto reflejo de proteger mi bolso que pongo en práctica cuando coincido con Javier de la Rosa en el mismo restaurante. Sólo estuve atenta a que no se le cayera un cara-al-sol en mi escote. 'Éste ha vuelto', me dije. Por algo será.

Este país atraviesa una grave crisis de valores cuando los ciudadanos confían sus ahorros a una empresa que ha confiado en Jaime Morey. Menos mal que ya no canta. Y menos, en los juzgados.

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