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OPINIÓN DEL LECTOR
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Un barman de cine

Quiero realizar una denuncia contra el responsable del local de copas en el paseo de la Castellana, ya que el pasado sábado por la noche, cuando acudí con un par de amigas a conocer dicho local, tras tomar una copa de coco loco, que pedimos con poco alcohol, y tras evidenciar que nos lo habían puesto con nada de alcohol, solicitamos una hoja de reclamaciones.

Se presentó un maître que nos quiso convencer de tomar otra copa en vez de entregarnos la hoja de reclamaciones solicitada. Nuestra susceptibilidad se disparó e insistimos en que lo que queríamos era dicha hoja de reclamaciones, puesto que nos sorprendía que local de tan buena fama no complaciera a todos los clientes por igual.

El maître nos dijo que le entregáramos la factura y que le acompañáramos para rellenar la hoja de reclamaciones. Nos pasó a la segunda barra y allí quedamos bajo el poder de un barman siniestro que nos trató de modo despectivo e intimidatorio. Tras hacerse rogar y hacerse el indispensable, como con ánimo de disuadirnos y dejarnos KO por puro aburrimiento, nos entregó una hoja de reclamaciones que apenas podíamos leer por la escasa luz, circunstancia que mantuvo pese a rogarle que encendiera un candelabro próximo a nuestra ubicación, de los muchos que usan para decorar tan vampírico lugar. Como pude, me dediqué con espíritu racional a leer las instrucciones de la hoja de reclamaciones, unas cuantas líneas que informaban de que sin la factura correspondiente no se podía presentar a la Administración. Al ponerme sobre aviso sobre cuestión tan importante, le pedí a este ser mefistofélico (cuando se dignó a atenderme) que me diera mi factura, la cual se había llevado el maître. Tras una perorata degradante sobre si yo venía aquí a j... (léase palabra soez) al personal, me despidió con la fresca de que se la pidiese al maître.

Ante tamaña provocación, esperé pacientemente al susodicho maître, que, tras un buen rato, cruzó por allí, y le rogué que me la entregara. Éste pasó a la segunda barra y deduzco que, obedeciendo a este Al Capone de poca monta, salió con el alarde de que se había extraviado 'providencialmente' nuestra factura y de que ya podía hacer lo que se me antojara. Como me parecieron gestos machistas de prepotencia, no quise arredrarme y le dije al tipo siniestro, seudojefecillo de bar de ligoteo al que había venido a divertirme, no a lo que él insinuó, que cuando decidiera marcharme seguiría el proceso legal de estos actos vandálicos y poco civilizados, informando a la policía de los acontecimientos. Así lo hice, dado que creí no tener oportunidades de denuncia ante el Ayuntamiento de Madrid, que legaliza estas polémicas. La policía hizo caso omiso de la llamada que efectué, sobresaltada, cuando a la salida vi que acudía el maître y se ponía a hablar con el gorila de la puerta. La policía se contentó con indicarnos que les llamáramos si se producía alguna agresión (me temo que este cuerpo poco aplica la seguridad preventiva).

Como no nos agredieron más, deduje que la visita cordial del maître sería para rogar al conserje de la puerta que nos hiciera el retrato robot de personas no gratas, por si acaso no se nos ocurría nada mejor que volver a este local en alguna otra ocasión para vivir alguna aventura mafiosa al mejor estilo hollywoodiense. Reivindico el derecho que ampara a cualquier ciudadano de ser tratado con dignidad o, por lo menos, con legalidad.

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