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Crónica:TOUR 2001 | Decimoquinta etapa
Crónica
Texto informativo con interpretación

Para los italianos, ni las migajas

El belga Verbrugghe gana la primera etapa de la semana de las rebajas

Carlos Arribas

A Jonathan Vaughters le picó una avispa el día de descanso. Le picó en el párpado derecho, que se le puso como una pelota de tenis. Una inyección de Urbasón le habría curado rápidamente, pero como la ley antidopaje prohíbe el uso de corticoides por vía intramuscular, los médicos del Crédit Agricole trataron al bohemio ciclista de Colorado con una pomada. Ayer aún no podía abrir el ojo y tuvo que abandonar. Ayer también, Le Monde informó de que en 8 de los 16 análisis antidopaje de las dos primeras etapas pirenaicas se habían encontrado restos de corticoides. Los ciclistas incriminados tenían receta médica. Son un vicio permitido. El Tour corre limpio hacia París, liderado por un corredor que se proclama 'limpio'. Con los ciclistas italianos haciendo de comparsas.

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El Tour corre rápido bajo el bochorno. La esperada escapada necesitó de 70 kilómetros corridos a casi cincuenta por hora para formarse. Se juntaron 25 corredores. La selección fue minuciosa y estudiada. Pero imperfecta. Todos los intereses parecían quedar contentos, salvo uno: el Kelme vio con horror cómo el holandés Boogerd, uno de la fuga, se les colaba entre los 10 primeros de la general, por delante de Botero. Paradojas kelme: un fugado delante y un equipo tirando detrás. Se dieron la paliza y perdieron: la fuga llegó con un cuarto de hora, y su representante en ella, el inefable colombiano Cárdenas, no ganó la etapa. El triunfo fue para Verbrugghe, un belga, reconocido hombre de finales, rápido pero no sprinter. Salvó el Tour del Lotto. Le ganó a Pinotti, un joven del Lampre, ingeniero, el intelectual del pelotón. Llenó de oprobio al ciclismo italiano: cinco ciclistas en la fuga (entre ellos el rapidísimo Petacchi) y no ganan. Es para pensárselo.

Es la semana de las rebajas, de las últimas ocasiones, de la oportunidad perdida. Sólo 12 de los 21 equipos han conseguido al menos un premio, una etapa o el honor de portar el maillot amarillo. Quedan cinco etapas, y tres trofeos de consolación aún no están adjudicados: el último escalón del podio, la general por equipos y el maillot verde. La pesca es poca y los pescadores muchos, dicen los directores, que exigen buenas truchas a sus corredores. Muchos se volverán a casa con la cesta vacía. El ciclismo italiano en pleno corre peligro de un retorno miserable, un caso que no se daba desde 1985. Se acabaron los años de Cipollini y Pantani, estrellas controvertidas e internacionales; llegan los años de Simoni y Quaranta, estrellas de andar por casa. El ciclismo italiano se repliega, se fractura en decenas de equipos de poco presupuesto que no piensan más allá del Giro. La temporada se acaba en mayo. En 1996 los italianos ganaron tres etapas; en 1997, siete, y tres de ellos entraron entre los 10 primeros de la general; en 1998, seis etapas y otros tres top ten incluido el ganador, Pantani; en 1999, siete etapas y otros tres en el top ten; en 2000, cinco etapas (y sin Cipollini) y Nardello acabó décimo. En 2001 el mejor colocado en la general es Garzelli (ganador del Giro 2000), que es undécimo; luego Belli, que está el 23º. Ni las migajas para ellos. El ciclismo más poderoso del mundo. Y el más pequeño.

El Tour se acerca a los Campos Elíseos, donde puede ganar Jimmy Casper, bola de músculos, lo que a muchos les parece injusto. Rivales suyos como el checo Svorada han denunciado que subió los últimos puertos de las etapas pirenaicas empujado por los espectadores. "Eso son celos. Es una acusación indemostrable", dice el director de Casper, Marc Madiot. "Le tienen miedo porque es muy rápido". Pero hay una prueba curiosa de la etapa que acabó en Pla d'Adet con el triunfo de Armstrong: resulta que Casper, que llegó el último del día, solo, a más de 41 minutos del americano y bordeando el cierre de control, fue nada menos que el 41º en el último puerto, cinco minutos más rápido que el autobús de sprinters que cruzó la meta seis minutos antes que él.

Verbrugghe muestra su alegría tras cruzar la línea de meta.
Verbrugghe muestra su alegría tras cruzar la línea de meta.EFE

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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