El rescate de Durero y Rembrandt
Una rocambolesca aventura permite recuperar dibujos valorados en 3.000 millones
Es una historia de arte, guerra, nazis, espías del KGB, luchadores azerbaiyanos, timadores japoneses y un apartamento en Brooklyn. Allí acabaron, escondidos bajo una cama y tras medio siglo de peripecias, doce dibujos, entre ellos dos de Durero y uno de Rembrandt, valorados en 15 millones de dólares (unos 3.000 millones de pesetas), que el pasado jueves el Gobierno norteamericano devolvió oficialmente a su propietario original, el museo alemán de Bremen.
Empieza en 1494, cuando Alberto Durero termina Sala de baño de mujeres, cuyo valor, según Sotheby's, alcanza ahora los 10 millones de dólares. Este y otro dibujo, fechado 20 años más tarde, Virgen sentada con el niño Jesús, además de un boceto muy posterior del maestro holandés del barroco Rembrandt, Mujer con las manos alzadas, vivieron durante lustros una apacible existencia en Bremen, desde su adquisición por el museo, a mediados del siglo XIX. En 1943, con la caída del régimen nazi y la ocupación por las tropas soviéticas, los bocetos cayeron en manos del KGB, que los donó en 1947 al Museo Nacional de Bakú, capital de Azerbaiyán. Allí permanecieron olvidados hasta 1993, cuando el museo decidió incluirlos en una exposición. Las autoridades alemanas vieron el anuncio en la prensa y se pusieron en contacto con el Gobierno azerbaiyano para recuperarlos. En julio de aquel año, cuando los dos países negociaban los términos de la devolución, fueron robados junto con otras 180 obras de arte.
Las obras, que cayeron en poder del KGB tras la caída del nazismo, fueron sutraídas en Bakú
Cuatro años más tarde, en 1997, Mastsugu Koga, un empresario japonés, ex campeón de lucha libre, apareció en la Embajada alemana de Tokio con las fotos de los dibujos pidiendo 12 millones de dólares. Koga aseguró que las obras le venían de herencia y que necesitaba urgentemente el dinero. Resulta que Koga conocía a un colega de su primera profesión, el campeón azerbaiyano de lucha libre, un tal Aidin Alí Ibragimov, y su mujer, Natavan Aleskerova, que durante 13 años había sido la ayudante del fiscal del Estado en Bakú. El matrimonio era el principal sospechoso de haber orquestado el robo en el museo. En 1995, los tres idearon el rescate.
En septiembre de 1997, Koba se reunió en el Hotel Grand Hyatt de Nueva York con una de las responsables del museo de Bremen y su socio, en realidad, un agente de las aduanas norteamericanas. Koba sacó de un sencillo sobre marrón seis dibujos, incluidos los dos dureros y el rembrandt. Fue arrestado en el acto y sentenciado a unos meses en prisión. Moriría en marzo de 1999, en Tokio, a los 64 años. Quedaban por encontrar los otros seis dibujos de Bremen. Al enterarse de la detención de Koba, Natavan Aleskerova viajó a Nueva York, preocupada sin duda por el resto de la mercancía. Fue apresada tras intentar huir de la policía. En 1999 le cayeron 11 meses de cárcel. Su marido sigue huido. La conexión de lucha libre fue el último episodio de la historia. El resto de las 180 obras robadas en Bakú aparecieron en un dormitorio de la avenida Ocean, en Brooklyn, apretujados debajo de la cama de otro campeón azerbaiyano, que no parecía tener mucha idea sobre lo que estaba ocultando. Las doce obras fueron finalmente entregadas, el pasado jueves, al embajador alemán en Estados Unidos, Wolfgang Ischinger. Antes de volver a Bremen se expusieron en una de las salas de Sotheby's, donde los neoyorquinos pudieron contemplar durante dos días las formas orondas de Rembrandt y las líneas puras de Durero.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.