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Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Música creativa

El cartel permitía algunas conjeturas. Salió primero el cubano a tocar las delicadas notas de Yolanda Anas, pieza que remite al Debussy de Children's corner o al Chick Corea de Children's songs, y The hard one, de arquitectura barroca tropical y ejecución volcánica.

Rubalcaba, aquel muchacho que dejó boquiabierto a Dizzy Gillespie hace quince años en La Habana, es uno de esos pianistas extraordinarios que, al pulsar una tecla, provocan la sospecha de que, en un descuido, alguien cambió el piano por uno mejor.

Se le unió Katia Labèque. Compartir repertorio con otro pianista no intimida ya a esta vascofrancesa que en su disco Little girl blue se liaba con Corea, Hancock, DeFrancesco, Zawinul, Michel Camilo, su hermana Marielle o el propio Rubalcaba. A dúo, y partitura mediante, sonaron las latinas Quizás, quizás, quizás, Bésame mucho y El manisero.

Katia Labèque Band. Gonzalo Rubalcaba

Katia Labèque (piano), Dave Maric (teclados), Marque Gilmore (percusión), Julio Barreto (batería) y Gonzalo Rubalcaba (piano). Jazztel Music Veranos de la Villa. Madrid, 20 de julio.

Aunque el auténtico concierto comenzó tras el descanso. Con el piano de Labèque literalmente enfrentado a dos instalaciones percusivas -un cubano y un norteamericano practicante del drum'n'bass y los ritmos africanos e indios-, y los teclados electrónicos de un compositor y arreglista británico minimalista.

Katia Labèque es una valorada pianista de clásico: ahí están sus grabaciones de Bartok, Brahms, Stravinsky o Berio, conciertos con las más afamadas orquestas y colaboraciones con Riccardo Chailly, Zubin Mehta o Simon Rattle. Se arriesga desafiando el protocolo elitista. Y sólo por eso ya merecería la mejor de las consideraciones.

Hicieron música con reminiscencias del jazz eléctrico de los años setenta y ochenta. Arriesgada para los tiempos que corren. No buscan el más pequeño denominador común, sino que se encuentran en sus diferencias, lo cual les aleja del cliché y les encamina hacia algo original. Podría llamarse música creativa. Volvió Rubalcaba y terminaron con Caravan, del maestro Ellington. Sí, decididamente, música creativa.

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