Fumadores de Tussam

Vivo en una cochera de autobuses que se extiende desde la plaza Encarnación hasta la calle Jáuregui en Sevilla. Tengo por ello la desgraciada obligación de inhalar los malos humos con que nos obsequia la compañía de autobuses municipal cuando tan sólo pretendo respirar. ¿Han probado a pasearse por la plaza de la Encarnación, calle Jáuregui o Almirante Apodaca-San Pedro-Santa Catalina? Si además hace el calor de estos días, es sencillamente intransitable. Una hilera de autobuses seguidos nos ahoga expulsando su pestilente veneno. ¿Tenemos que aceptar esto? ¿Tenemos que respirar directamente las combustiones tóxicas de estos gigantes municipales? Ahora que todos los medios de comunicación, las instituciones... y la señora Villalobos nos bombardean sin descanso con los malos humos del tabaco y sus consecuencias para los fumadores pasivos e incitan a éstos a escupirles a la cara a los fumadores, ¿a quién escupo yo?, ¿saldrá la Junta de Andalucía a reclamar esta cuota de gastos de enfermedades pulmonares a sus causantes?

Vibraciones en las casas, ruidos, gases tóxicos, colapsos de tráfico, etcétera, ¿pueden ser aminorados? El Ayuntamiento puede y debe predicar con el ejemplo, ¿cómo?, pues dejando los grandes y contaminantes autobuses en las rondas (Recaredo, María Auxiliadora, Torneo, etcétera) y enlazándolos con lanzaderas, minibuses, y a ser posible eléctricos o de gas butano. Existieron no hace tanto, al igual que los tranvías; ¿cuesta tanto reimplantarlos? Cada vez somos más los vecinos que deseamos una ciudad menos ruidosa, menos contaminada, menos sucia y en la que vaya cediendo la primacía de la civilización de las máquinas contaminantes a favor del peatón; soñemos por un momento con un centro habitable, limpio y respirable.