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El Festival de Savonlinna trata de contar la historia del hombre con óperas finlandesas

La localidad nórdica de 30.000 habitantes celebra una de las mejores fiestas líricas de Europa

En el vestíbulo central del aeropuerto de Savonlinna permanece, durante el periodo del festival de ópera, un piano de cola. Un cantante recibe a los visitantes con arias líricas. Es un detalle. Lo que da carácter, en primer lugar, a Savonlinna es el marco: la imponente fortaleza medieval de Olavinlinna, en una isla a la que los espectadores acceden por un puente, al comienzo del cual se sitúan todos los días varios representantes de organizaciones humanitarias, especialmente los de Amnistía Internacional, hucha en mano, para favorecer buenas conciencias y de paso recaudar unos marcos. También suele estar una chica de atuendo medieval, con seis flautas diferentes, interpretando baladas; pero esto sorprende menos.

El escenario del castillo es colosal por sus dimensiones y determina el tipo de espectáculo e, incluso, el comportamiento del público. Lo primero que salta a la vista es la ocupación: lleno diario, sea con óperas populares, sea con estrenos mundiales; en total, 60.000 espectadores al año en el plazo de un mes (este año, del 7 de julio al 5 de agosto), de los cuales un 20% son extranjeros, en una población de menos de 30.000 habitantes situada a más de 300 kilómetros de Helsinki, cerca de la frontera rusa. Los condicionamientos turísticos influyen, por supuesto. Pero eso ocurre aquí y en casi todos los festivales. En ese sentido, el atractivo mayor de Savonlinna es darse una vuelta en barco entre bosques y lagos. Algo más de dos horas, en Punkaharju, se encuentra Retretti, un llamativo complejo subterráneo de exposiciones artísticas donde este verano la estrella es Dalí. Un detalle curioso: en el restaurante más cercano se ofrece un bufé a la catalana, con paella incluida. Y otro detalle: el Festival de Savonlinna únicamente requiere de subvenciones públicas un 15% de su presupuesto; el resto se distribuye entre venta de entradas y patrocinadores privados.

La ópera milenaria Aika ja uni fue seguida con tal interés por el público como si se tratara de La flauta mágica (ni siquiera sonó un teléfono móvil). Evidentemente, como decía Lutoslawski, Finlandia es la tierra prometida de la ópera. El compositor polaco se refería al número de estrenos por habitante (superior al de Francia o Inglaterra, por ejemplo), pero también es extensible a la familiaridad con la que se vive el fenómeno musical. ¿Razones? Las de siempre: la educación, los coros, la difusión a través de la radio. En fin.

El tríptico finlandés mostró más flaquezas por la parte literaria que por la musical. Exceso de querer decir demasiadas cosas, obsesión por los orígenes del cristianismo y por las catástrofes del siglo XX (los campos de concentración, Sarajevo, Kosovo...). Se insiste en la convivencia de la belleza y el horror, pero la síntesis aplicada al teatro lírico no acaba de cuajar. Son pinceladas de un paisaje humano, desde luego, pero una ópera actual requiere un tipo de discurso poético que aquí no se da.

Pulcritud Los tres compositores (con varias óperas a sus espaldas cada uno) respondieron con pulcritud. Rechberger, planteando sus soluciones a modo de oratorio, contando con la excelencia de los coros y el carisma del barítono Jorma Hynninen como protagonista; Kortekangas, planteando una historia de amor imposible, reivindicando la melodía y permitiendo el lucimiento de la mezzosoprano Monica Groop; Aho, mediante el dominio de la tensión narrativa, subrayada por la fuerza de una orquesta estupenda, dirigida con empuje y sentido de la medida por O. Vänskä. La puesta en escena de Jussi Tapola aprovechó las dimensiones del escenario para crear ambientes desde el naturalismo y el simbolismo. Fue rotundamente eficaz.

Una tradición de Savonlinna es la visita anual de un teatro de ópera. Ello ha permitido la comparecencia desde el Mariinski de San Petersburgo hasta el Covent Garden de Londres. Este año le toca el turno a la Ópera de Los Ángeles, que, a partir del 31 de julio, pondrá en escena Salomé y Don Giovanni.

Una imagen de la representación de La edad de los sueños en Savonlinna, Finlandia.
Una imagen de la representación de La edad de los sueños en Savonlinna, Finlandia.

Verdi en el país de Sibelius

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