_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Móvil

Me llamo Rafa y soy detective (¿pasa algo?). Mis maestros me enseñaron dos cosas fundamentales: partir piernas en caso de duda; dar con el móvil en cualquier caso. Cometo multitud de incorrecciones (por llamarlas de algún modo) en el desempeño de mis tareas, pero todos los años acudo por estas fechas a un monasterio cisterciense para arrepentirme, purgar mis desvaríos, alucinar en maitines, añorar Madrid, descansar de los impíos y conversar fluidamente con las altas esferas; es decir, con el Altísimo. Un nivel, vamos.

No creo en Dios, es cierto. Pero Él tampoco cree en mí. El empate técnico es incómodo, sí, pero propicia encuentros furtivos, mutuo respeto clandestino, discusiones sin fronteras, cierto consenso extraparlamentario. En fin, un guiño permanente. Y así, entre bromas y veras, he logrado infiltrarme como un arcángel en toda la mitad del medio del misterio trinitario. Muy fuerte. A veces me abruma tanta prepotencia, pero me evado departiendo al atardecer con mis contactos del más allá. Por ejemplo, San Juan de la Cruz, Voltaire y Erasmo (¿pasa algo?), San Genarín, el Santo Niño de Calcuta o, en general, todos mis muertos, que son muchos, gozan de excelente salud y tienen mucha mano en las alturas. Y a quien Dios se la dé, que San Pedro se la bendiga. En manos está el pandero, que lo sabrán bien tañer. Y al que diga lo contrario, le parto las piernas al estilo grecorromano. Y si te he visto, no me acuerdo.

Es el caso que Dios y yo nos intercambiamos regalos de cortesía cuando nos apetece, que es cada dos por tres. Ayer obsequié al Todopoderoso con una reproducción en plata de la estatua del Ángel Caído, por incordiar un poco. Al Omnipresente le dio un ataque de risa, porque Dios es Humor. Y entonces va Dios y me regala un móvil. Todos mis muertos se pusieron a temblar, porque siempre he defendido que el móvil es el demonio, el mamón, el infame, el enemigo, el hijo de la gran chingada, el asesino de las relaciones interpersonales cara a cara. Se está llenando la tierra de asesinos. Todos tienen un móvil. Que venga Dios y lo vea.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_