Pinochet no será procesado
Recordaremos sus rostros, sus cuerpos, sus sonrisas. Tal vez sus últimas palabras antes de dejar sus casas para no volver. Sus banderas, puras o no, pero propias, legítimas. Recordaremos su cariño, su entrega, su esfuerzo inalterable, su inocencia. Recordaremos para que no se olviden de ellos sus descendientes; es decir, todos nosotros, vástagos de su martirio. Y recordarlos será salvarnos y no volver a repetir su inicua muerte.
Desaparecieron para otros, no para los que llorábamos en una corte de justicia londinense tras un fallo judicial que acercaba a sus verdugos al antro del olvido, que obligaría a juzgarlos. Pero esto último ya no será cierto.
Las serpientes se multiplicaron para sentenciar este final de oprobio, y ello con la complicidad de algunos calamares de la pluma, unos autóctonos de la tierra donde se perpetró el crimen y otros foráneos de aquélla, pero nacidos en 'la madre patria', que, lanzando su tinta por todos los mares periodísticos, lograron confundir a la opinión pública, a la política de buen pelaje, si quedaba alguna, defraudando a la justicia, traicionando otra vez a la Verdad. Recordaremos sin venganza, pero sin descanso. Y se notará en los ojos de todos nosotros el recuerdo, en cualquier parte, de cualquier modo, eternamente. Y ésa será la peor condena para sus asesinos.
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