_
_
_
_
SANFERMINES 2001
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Espionaje cubano

Me he enterado que Dinio, el famoso cubano venido allende los mares a hacer las Españas, no está solo en su tarea de explorar el Nuevo Mundo. Con él hay dos hermanos y una hermanita, que están 'confundíos', dejándose llevar por una noche eterna, sacando el máximo partido a la fama de su hermanito. La familia García -que así se apellida Dinio- se lo está comiendo todo en este país que les recibió con los objetivos de las cámaras abiertos. Se dice que los méritos de Dinio están en su entrepierna, y que por eso escaló tan rápidamente los peldaños de la fama. Hasta aquí todo puede ser relativamente comprensible, incluso que los hermanos de Dinio también tengan debilidad por el dinero fácil, las luces de las discotecas y las mujeres mayores con el talonario abultado. El clan Dinio es una piña en las revistas del corazón, en las cuales se desgranan la vida y milagros de la saga, e incluso se puede ver el culo del portavoz familiar, Dinio, en la ducha. En el ruedo de las revistas del corazón, que tanto dinero mueve en este país, esto no escandaliza demasiado. Pero hay quien se hace la gran pregunta: ¿formarán parte Dinio y sus hermanos de la división secreta de cubanos mandados por Fidel para ejercer de gigolós en todo el mundo?

Más información
Cinco cubanos esperan sentencia tras el primer juicio por espionaje entre EE UU y Cuba

No hace poco se leía en una revista que Fidel enviaba al extranjero agentes secretos entrenados como máquinas del amor para enrollarse con todo lo que tuviera piernas y establecer así una red cubana de espionaje basada en la pura seducción caribeña. Sin entrar en consideraciones sobre la veracidad de esta hipótesis, lo que está claro es que la imagen de Cuba en el mundo se resiente de su excesiva voluptuosidad carnal, por decirlo de alguna manera. Y además, por lo visto, esta imagen tiene todos los visos de ser real, a juzgar por el clan Dinio que campa a sus anchas en la feria del corazón. El propio Fidel Castro, después de organizar redadas en el Malecón, se resiente del calor y de los disgustos, se desmaya en la palestra, y cada vez su figura se parece más a un pene fláccido, si hacemos caso de los cubanos que están fuera y no de aquellos que agitan las banderitas durante el discurso de rigor. Por eso están Dinio y los demás, los James Bond cubanos, ganando terreno con las armas que les dio la naturaleza en una vieja Europa que para ellos es nueva y llena de oportunidades.

Cuba se ha especializado de esta manera en la exportación de latin lovers, de machos dispuestos a comerse el mundo, pero con una misión secreta que no conocemos. Puede que la exportación de cubanos casariegos no sea algo que haya planeado Fidel, sino simplemente el resultado de la tentación capitalista. Puede que todos ellos vengan escapando de la escasez, buscando una vida mejor y, por qué no, puede que en este empeño usen todos los medios posibles para obtener un más alto nivel de vida. De tal forma, Dinio y otros muchos como él, quizás menos afortunados, solo disponen para empezar a trabajar de su inconmensurable morro. Son los inmigrantes del amor, los casanovas de la aldea global, las máquinas de sexo que llegaron de ultramar, y ahora están más de moda que nunca. Lo único que han hecho ha sido liarse con el personaje adecuado. Una puerta de entrada a la fama que nos hace preguntarnos si estos agentes secretos habrán sido entrenados durante las calurosas noches de La Habana a golpe de mojito y a ritmo de son.

Aunque la noche les confunda, ellos están aquí para quedarse. No se puede negar que los cubanos, en general, nos caen bien. Pero no se puede tener la plena certeza de que no sean espías de película porno. Puede que Cuba, que continúa ejerciendo sobre España un influjo seductor, nos esté sacando secretos de cama. La isla más entrañable del mundo exporta su género humano, y ello contribuye a su aire decadente de viejo nido de piratas. El viejo Fidel se desmorona sobre su discurso y por el mundo viaja su ejército del amor, convirtiendo a Cuba en la primera exportadora mundial de amantes. La revolución ha dejado paso a un país cansado, a pesar de la sucesión asegurada de Fidel. Los emisarios de Cuba en el mundo, entre los cuales se hallan Dinio y sus hermanos, lo saben bien. Por eso aprovechan la tarea de espionaje de alcoba que les ha sido encomendada. Un oficio cuya práctica les ha revelado, a fin de cuentas, que la búsqueda de placer es la única misión legítima del agente secreto. Y a vivir, que son dos días.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
SIGUE LEYENDO

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo

¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?

Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.

¿Por qué estás viendo esto?

Flecha

Tu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.

Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.

En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.

Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_