Mala imagen de la vida
Me dice un amigo que 'todos los periódicos son malos'. Es posible, acepto de mala gana. Habrá una escala de mejor a peor, quizá, y coincidirá con lo que el público elige. Como les digo a las mujeres que dicen que todos los hombres son malos (cada día menos, porque empiezan a echarlos de menos). Quizá los periódicos fallen al reflejar la vida mala: no de maldad, sino de calidad. Yo hace años descubrí que todos los espejos habían empeorado: se les fue el azogue, como en la canción de Machado. Y los fotógrafos que me enfocaban. No creo que haya ningún periódico que dé tan mala calidad como el Gobierno: ved cómo en estos días se están desolidarizando de él los que tanto le deben. Si lo hacen ellos mismos, será que no son malos periódicos. Nadie tan malo -sigo usando la palabra como de baja calidad profesional: si se deriva de ello pura maldad, es una cuestión distinta, para moralistas y profesores de ética perdidos- como el fiscal general del Estado en varios asuntos; en el de hoy, día en que se reúne con otra junta de fiscales, para decidir si el ministro Piqué puede o no ser imputado por delitos que se le sospechan.
Los periódicos y las radios y las televisiones están contando una vida de mala calidad ética y estética, como yo les doy, al espejo y al fotógrafo, una cara de mala calidad. Es cierto que el fotógrafo puede hacer algo por mejorarla, y yo le agradeceré su deshonestidad para quienes vayan a mirar la imagen. Hay fotógrafos, periodistas, que se empeñan en retocar la imagen del Gobierno que crea la vida política, la de los fiscales, la de los presidentes de equipos de fútbol, lo que pasa en los escenarios, en la Bolsa, en las playas españolas del sur, el juicio de Milosevic, en las compañías de electricidad. Será para que no prevalezca el pesimismo, que tanto daño hace en los regímenes autoritarios. El periodismo ha dejado de ser implacable -y cito todas las pantallas de papel o de sonido o de luz en que se ejerce- para con la vida. Los periodistas solemos ser implacables solamente unos con otros: nos echan a pelear, como otros echan a reñir a sus perros. Nos gusta que nuestros patronos nos vean, aguerridos, bravucones, ladradores. Pero tampoco se puede decir que seamos malos. Unos son mejores, otros somos peores.
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