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Reportaje:

Almagro, arriba el nuevo telón

El Festival de Teatro Clásico aspira a crear producciones propias y atraer más público en su 25º aniversario

Miguel Ángel Villena

Dinero e imaginación son las dos cosas que más necesita el Festival de Teatro Clásico de Almagro. A punto de cumplir un cuarto de siglo -en la edición del año que viene- y consolidado como una cita para los teatreros, el festival ha de dar un paso adelante si no quiere permanecer estancado. Ahora bien, poner en escena unos 30 espectáculos -varios de ellos estrenos- en el mes de julio con apenas 200 millones de pesetas de presupuesto raya en el milagro. Así lo confiesa, entre la resignación y el optimismo, Luciano García Lorenzo, responsable del certamen. 'Creo', dice, 'que el siguiente capítulo que debe abrir el festival se refiere a la posibilidad de producir montajes teatrales. Si yo pudiera encargar adaptaciones de obras clásicas a directores como Miguel Narros, José Luis Gómez o José Carlos Plaza la proyección y el éxito del festival estarían asegurados todos los años. Esos espectáculos se estrenarían en Almagro, podrían luego iniciar giras y se convertirían en nuestra tarjeta de presentación'. Esa batalla libran los organizadores de Almagro que han de convencer a los cuatro patrocinadores (Ministerio de Educación y Cultura, Junta de Castilla-La Mancha, Diputación de Ciudad Real y Ayuntamiento) de que destinen más financiación y no se limiten a hacerse la foto de la inauguración oficial.

'Los clásicos del Siglo de Oro deben ser un campo de juegos y no un campo de minas'
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De cualquier modo, el gremio teatral entero coincide en que Almagro ha salvado a unos clásicos del Siglo de Oro que, al comenzar la transición, agonizaban entre polvo académico, cortinajes de época y montajes con sabor a alcanfor. Alrededor de 60.000 personas asistirán este año a representaciones -unas mejores y otras peores, pero todas con un mínimo de calidad garantizado- de Calderón de la Barca, de Lope de Vega o de Tirso de Molina sin olvidar a los maestros extranjeros como Shakespeare o Moliére. Cinco preciosos escenarios, cuatro de ellos al aire libre, en un pueblo monumental de poco más de 8.000 habitantes significan un placer añadido, una auténtica fiesta para los aficionados al teatro.

Los organizadores de Almagro confían asimismo en la inauguración del nuevo Museo Nacional del Teatro, prevista para marzo del año 2002. Cerca de 6.000 metros cuadrados en un antiguo palacio de la Orden de Calatrava serán el centro de peregrinación de los historiadores y estudiosos de las artes escénicas.

Actor de la Compañía Nacional de Teatro Clásico (CNTC) y antiguo director del Centro Andaluz del Teatro, Roberto Quintana también apunta a las producciones propias como un estímulo necesario para Almagro. 'Pero además', observa, 'haría falta desplegar iniciativas como más teatro de calle, recitales poéticos, debates con estudiantes de Arte Dramático o un mercado sobre las nuevas técnicas teatrales. Almagro ya se ha consagrado como un magnífico escaparate del teatro clásico y ahora ha llegado el momento de abastecer la tienda que se encuentra detrás del escenario. Después de 24 años, el festival debe apostar más por el riesgo. Digamos que ha terminado el primer acto de la representación de Almagro, estamos en el descanso y ha llegado el momento de levantar un nuevo telón para el segundo acto'.

Profesor en la Escuela de Arte Dramático de Madrid y joven director escénico, Eduardo Vasco estrenó el jueves en Almagro La fuerza lastimosa, de Lope de Vega, un montaje ambicioso y original de una pieza poco conocida del dramaturgo. 'Para todas las compañías, Almagro equivale a prestigio y a nuevos contratos. Pero el empujón que requiere pasa por crear un centro comercial, una feria del teatro a la que tengan que acudir los programadores'.

Enamorado de los clásicos, de la belleza de sus textos y de sus inmensas posibilidades escénicas, Eduardo Vasco está empeñado desde hace años en atraer a las nuevas generaciones hacia el teatro del Siglo de Oro. 'La Universidad como institución', arremete el director, 'ha hecho mucho daño a Calderón o a Lope porque los ha convertido en literatura dramática, en fósiles, en lugar de manifestaciones teatrales vivas'.

Tampoco escapan a sus críticas los libros de texto o los profesores de educación secundaria que obligan a los adolescentes a leer un dramón como La vida es sueño en lugar de introducir a Calderón por la vía de una comedia deliciosa como La dama duende. Lo que se pone de relieve, en muchas ocasiones, es que muchos profesores de Literatura de instituto no tienen ni idea de teatro'. Desde su visión apasionada e iconoclasta de los clásicos y en medio del placer que proporciona montar a Lope de Vega al aire libre, en un claustro de dominicos, Vasco resume su filosofía: 'Los clásicos deben ser un campo de juegos y no un campo de minas'.

Un espectáculo de teatro de calle, durante el pasado fin de semana en Almagro.
Un espectáculo de teatro de calle, durante el pasado fin de semana en Almagro.EFE
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