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FESTIVAL DE GRANADA
Columna
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La sensibilidad abierta de Tomás Marco

Desde su comienzo, el Festival de Granada lo ha sido de música y otras artes, la de la sensibilidad vivida desde sus parámetros más refinadamente intelectuales. Pensaba en ello durante el primer concierto de la Orquesta de la BBC (70 años de ininterrumpida labor) y su director Andrew Davis, un maestro de contagiosa expresividad y alegre espíritu. Se nos ha querido convencer de la casi imposibilidad de que las grandes formaciones extranjeras presenten estrenos de autores españoles. Los estupendos instrumentistas británicos lo desmienten y cierran el 50º festival con primeras audiciones de Marco y Bernaola en todo un ejemplo de sensibilidad abierta.

Vuelvo a la sensibilidad granadina a propósito de los Palacios de Tomás Marco y a la inserción de programa de dos textos certeramente seleccionados. Uno, de García Lorca (Cómo suena una ciudad de noviembre a noviembre), que enfrenta la musicalidad de Sevilla, Málaga y Cádiz. El otro texto lo expresó Emilio García Gómez en su maravillosa Silla del moro al preguntarse: '¿Qué hay en la torre de Comares que no existe en el resto de la Alhambra? Soy el corazón del palacio entre todos sus demás miembros'.

Me bastan las dos citas para entender con bastante exactitud la obra de Marco en su amplia y geométrica estructura, en su formulación espacial, y el breve repertorio ornamental y alusivo con Falla en el corazón. Cual fantasmas enviados desde nuestro tiempo a todos los pretéritos alhambrinos gobernados, sensibilizados en su identificada calidad e inducen al discurso poético-musical, contemporáneo, universal y andalucí de una orquesta rica y diversificada en sus timbres, imaginativa y mesurada en sus percusiones como en sus cantos. Las formas son, a la vez, 'paraísos cerrados' y apertura celeste, y todos los factores constitutivos integrados en el extraño poema convencieron al público, que añadió aplausos largos. No tuvo mala compañía el músico madrileño, pues antes sonó Charles Ives, festivo, un poco escandaloso y algo impertinente en su Decoration Day abría toda posibilidad, y después el Concierto para orquesta cerraba, en gloria truncada por lejanas alegrías y cercanas tristezas, el interesante programa.

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