Esperanza para los franceses
Moreau ganó la etapa prólogo por delante de Igor González de Galdeano, Armstrong y Ullrich
Christophe Moreau, un ciclista francés que hace un mes pasaba primero por el Galibier, ganó el prólogo. Moreau no es un especialista, como el Thierry Marie de la década pasada, ni un afortunado, como el Jacky Durand de 1995. Moreau es un corredor fuerte que aspira a ganar el Tour, como, aunque suene a sacrilegio, el Bernard Hinault de 1985, el último año en que un francés ganó la prueba. Ocho kilómetros llanos no son el Tour, pero sí un indicio. Ocho kilómetros por un recorrido pegado a la costa, batido por el viento húmedo del mar del Norte, bajo las nubes, a casi 53 kilómetros por hora de media pueden decir mucho del potencial de los corredores. El prólogo es un juego psicológico. Moreau, y el Festina, su equipo, se llevaron la partida, pero por muy poco: otros también jugaron fuerte. Por primera vez desde el Zülle del 96, los favoritos para el triunfo final fueron mejores que los especialistas.
En la partida, que fue un pulso entre los grandes equipos, especie de aviso de lo que puede ser la contrarreloj por equipos, jugó muy fuerte, y muy bien, el ONCE-Eroski. Tres ciclistas entre los 10 primeros, incluido el escalador de largas piernas, araña a lo Coppi, Carlos Sastre; incluido también Igor González de Galdeano, segundo, a tres segundos de repetir su triunfo sorpresa del prólogo de la Vuelta 99; y, claro, incluido Joseba Beloki, el hombre menos apropiado para el trazado. Manolo Saiz, dicen, es el técnico milagro para las contrarreloj. Beloki se ha entregado a sus consejos, a su conocimiento y sabiduría: posición en la bici, material, calentamiento, desarrollos. Todos los pequeños detalles son el orgullo del técnico del ONCE-Eroski. Lo calcula todo. 'Hay siete curvas, que pueden significar 10 segundos entre el que arriesga y el seguro', decía antes de empezar la prueba. Es un ejemplo de su minuciosidad. Beloki, más que minucioso él mismo, la ha aprovechado. Beloki tiene en su memoria todos los segundos que perdió con Armstrong el Tour pasado, y en qué circunstancias los perdió. En este Tour está para olvidarlos. Ayer, ya empezó a borrar de la memoria con una sonrisa en los labios. En los 16 kilómetros del prólogo de Futuroscope 2000 perdió 38 segundos con respecto al americano; en los ocho de Dunkerque 2001, sólo nueve. 29 segundos para el haber del vasco. Y esto no ha hecho más que empezar.
Armstrong no fue, de todas maneras, el tejano conquistador que llegaba para avasallar. Su prestación (tercero, a 4s de Moreau, a 1s de Galdeano) es la peor de sus últimos Tour. Tras la prueba, el líder del US Postal ha perdido parte de su ascendente psicológico sobre sus rivales y de su poder. Al Jan Ullrich atrancado con el desarrollo que sufrió para acabar, le sacó sólo 3s. Un buen dato para el alemán: los rumores que decían que este Tour lo va a correr muy fuerte no parecen muy mentirosos. Un mal dato para el alemán: su conjunto, el Telekom, sumido en luchas internas por los celos del sprinter Zabel, que se ha quedado sin ayudantes, perdió el pulso a distancia pensando en la contrarreloj por equipos. Se mostró muy inferior a un soberbio Festina (que cuenta con Moreau y otras dos extraordinarias locomotoras, Casero y Brard), al deslumbrante ONCE-Eroski y al fuerte US Postal. También, y esto es la otra gran noticia del día, perdió la batalla con el Kelme, el nuevo Kelme, el Kelme de 2001, el equipo que ya no es la pandilla de escaladores de otros años, sino un conjunto muy completo y muy fuerte. Es el equipo de una joya que acabará haciendo soñar, Aitor González (31º, a 23s), el de los potentes Tauler (10º, a 14s) y Gutiérrez (14º, a 16s), el del escalador Sevilla, y, sobre todo, el del único Botero (sexto, a 10s). El colombiano rubio, aprendida la lección de 2000, puede ser el gran nombre de 2001.
Mancebo, el ciclista que ilusiona en secreto, mostró que su progresión, lenta, tranquila, paciente, no se detiene, y el Euskaltel en pleno, el equipo más agobiado por los medios y los poderes, por su sociedad, sucumbió a los nervios del estreno.
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