Perturbación
Mi pacífico desayuno del sábado se ha visto terriblemente perturbado por una breve (pero no por ello menos virulenta) carta de una amargada pareja de lectores que se muestran indignados por la mendicidad en el metro, refiriéndose a la gente que nos alegra el día con su música. Yo también me siento indignada, indignada por tanta intolerancia y tanta falta de solidaridad, por personas que son capaces de indignarse e incluso escribir cartas de protesta por un tema así.
¿Por qué es tan terrible que tengamos que escuchar música en el metro? Bien es verdad que algunos tocan mejor que otros, pero, ¿y qué pasa con todos esos horribles ruidos con los que nos machacan las grandes ciudades día y noche? ¿Y los bares con la televisión a tope? ¿Y toda esa terrible publicidad, no sonora pero sí visual, con la que nos bombardean en los pasillos del metro? Claro, sé que me van a decir que lo terrible es que esas personas, además de molestarnos con su música, también tienen la desfachatez de pedirnos una 'limosna'. ¿Les resulta tan desagradable porque así se les acerca demasiado la pobreza? Por favor, miren bien el mundo que nos rodea. ¿Qué mal nos pueden hacer unas personas que no encuentren otro medio de subsistir que tocar en el metro? ¿Son contagiosas? ¿Son peligrosas? Y, por último, no hablen ustedes con tanta ligereza de que 'en ningún suburbano del mundo se admite'. No es cierto. Y si lo fuera, yo me congratularía de vivir en una ciudad que sí lo permitiera.
