Un vergel entre yesos
El río Aguas, en el paraje natural del Karst en Yesos de Sorbas, es un espectáculo verde rodeado de aridez
Escondido en una hondonada, como si quisiera preservar el secreto de su insólita presencia en un medio marcado por la aridez, el río Aguas fluye durante todo el año dentro de los límites del paraje natural del Karst en Yesos de Sorbas.
Para llegar hasta esta suerte de oasis hay que dejar atrás el municipio de Sorbas, donde el mar se mecía hace cinco millones de años y donde hoy la imagen más característica es la que ofrecen unas casas encaladas que se asoman sobre generoso precipicio.
Por una carretera que deja atrás el paraje donde se ubican los Karst -compuestos por miles de cuevas y considerados como la tercera formación mundial más importante entre los yesos- se accede hasta la cortijada de Los Molinos del Río Aguas. Llegado a ese punto, es el momento de prescindir del coche.
Un recorrido a pie por la zona permitirá al visitante disfrutar de los valores naturales que esconde el río Aguas, cuyo cuadal discurre por el extremo sureste del paraje natural entre rocas carbonatadas e importantes paredes verticales.
Acceder al río desde la pequeña cortijada requiere algo de pericia y mucho de atención ya que la espesa vegetación que flanquea los márgenes entorpece la tarea de encontrar los pequeños senderos que llevan hasta el cauce.
Es imprescindible equiparse con un buen calzado para recorrer sin tropiezos un río que, en algunos de sus tramos, parece haber sido invandido totalmente por una alta y verde alfombra de aneas.
Las cañas y las adelfas, con sus flores rosadas, rivalizan en presencia con las aneas y contribuyen a romper la estampa ocre y desnuda que se impone en el resto del paraje natural.
El río Aguas discurre con parsimonia, sin estruendos sonoros, aunque sin olvidar los murmullos que recuerdan que el agua dialoga con las piedras y la vegetación.
Tratando de sortear la intrincada vegetación que custodia gran parte de los márgenes del cauce de este río se puede llegar hasta zonas en las que el agua se queda quieta, formando remansos en los que no es raro ver saltar a la rana común que convive con especies como el galápago o la culebra de agua.
El río Aguas también brinda la oportunidad de mitigar los rigores del estío en algunos de sus tramos en los que se forman como una especie de pozas que en muchas ocasiones han servido de alternativa para los que están cansados de disfrutar de un chapuzón en mar abierto.
La riqueza de la fauna y la flora que se puede encontrar en las inmediaciones del río Aguas es todo un festín para los amantes de la naturaleza. La serenidad que oferta el lugar tampoco es desdeñable.
Quizás ha sido eso lo que han valorado los nuevos vecinos del río, gentes que nada tienen que ver con los antiguos pobladores de la zona.
Y es que, si toparse de repente con un digno vergel que ha sabido mantener su lugar entre tierras desérticas resulta ya todo un choque para el visitante, comprobar que las inmediaciones del río han sido ocupadas por una colonia de ciudadadanos extranjeros, en su mayoría ingleses, añade un toque más de exotismo a la zona.
Es como si, una vez que se accede a los dominios del río Aguas a través de la cortijada de Los Molinos, uno sintiera que no está en la provincia de Almería.
El verdor de la zona rompe radicalmente la dureza del resto del paisaje, dominado por una rutina cromática en la que predominan los tonos parduzcos de una tierra poco mimada por la vegetación. La pinta de los habitantes del lugar -trasfondo, todos ellos, de aquella imagen romántica del hippie atado por vocación a un entorno natural- contribuye a fomentar una primera sensación de desorientación.
Reconocido como uno de los lugares de la provincia con mayores valores ecológicos y protegido, por su propia ubicación geográfica, de los desmanes que provoca la ambición del intervencionismo humano, el río Aguas sigue siendo todo un lugar por descubrir.
Si el visitante ama la naturaleza, no se sentirá defraudado. No en vano, habrá tenido la oportunidad de acercarse a una eclosión de vida en una zona donde todo parece apuntar hacia la pereza florística y la escasez de fauna.
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