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Columna
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El error Teófila

'Nada más cuida tus pasos/ no vayas a equivocarte/ por segunda o quinta vez/ el error es lo de menos/ es el tiempo que perdemos/ lo que más duele después'. Este es el estribillo completo de la canción de Paquita la del Barrio, Mi renuncia, cuya audición recomendaba el pasado miércoles a la dirección del PP como ejercicio preparatorio del debate sobre el estado de la comunidad.

Para cualquiera que haya seguido el debate está claro que mi recomendación no fue atendida. Para cualquiera que sepa algo de política, estará también claro que debería haber sido atendida.

Pues lo peor del error en política es el tiempo que se necesita para recuperarse de haberlo cometido. El error no sólo te impide avanzar, sino que te hace retroceder y volver a tener que recuperar posiciones que ya pensabas que tenías conquistadas.

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Esto es algo que el PP en Andalucía debería saber por propia experiencia. Si se repasa la historia electoral en nuestra comunidad autónoma desde 1977, se comprueba que la fortaleza de la izquierda y la debilidad de la derecha se deben más a los errores de la segunda que a los aciertos de la primera. En las elecciones anteriores al 28-F de 1980, tanto en las constituyentes de 1977 como en las primeras constitucionales de 1979, la diferencia entre la izquierda y la derecha era muy pequeña. El PSOE superó en ambas a UCD por un solo escaño. Fue el error del Gobierno de UCD en el referéndum de ratificación de la iniciativa autonómica en 1980 el que desarboló a la derecha y convirtió al PSOE en el partido hegemónico en Andalucía.

El error 28-F no ha dejado de hacer sentir sus efectos hasta el día de hoy, pero lo hizo sentir de manera masiva hasta las elecciones autonómicas de 1994. En todas las elecciones, generales (1982, 1986, 1989 y 1993) y autonómicas (1982, 1986 y 1990), se mantuvo casi incólume el desequilibrio entre izquierda y derecha generado por el error del 28-F. Las mayorías absolutas en las elecciones autonómicas fueron superabundantes con un candidato distinto en cada una de ellas: Rafael Escuredo en el 82, José Rodríguez de la Borbolla en el 86 y Manuel Chaves en el 90, algo insólito, que no ha ocurrido en ninguna otra comunidad autónoma.Y en las elecciones generales del 93 el PP le ganó al PSOE en el resto de España. Fue Andalucía, con un millón de votos de diferencia a favor del PSOE, la que impidió su derrota.

Hasta las autonómicas de 1994 no se empezó a superar el error 28-F, reequilibrándose parcialmente el mapa electoral y afirmándose el PP por primera vez en la autonomía andaluza como un partido de gobierno, que no sólamente concurría, sino que competía realmente por alcanzar el poder. A la vista del declive general del PSOE que en 1994 era muy visible, todo parecía indicar que en las próximas elecciones autonómicas el PP acabaría adelantando al PSOE y se convertiría en el primer partido en Andalucía. Hasta en el interior del PSOE llegó a calar la idea de que la victoria del PP en las próximas elecciones autonómicas era inevitable.

Y en esto se produjo el error Arenas. En lugar de prolongar la agonía del Gobierno Chaves a lo largo de toda la legislatura y haberlo dejado materialmente achicharrado ante la imposibilidad de poner en práctica una acción de gobierno sin mayoría parlamentaria, forzó de una manera irresponsable una disolución anticipada del Parlamento y la convocatoria de elecciones en 1996. El resultado es conocido. Lo que en 1994 parecía que estaba a tiro de piedra, volvió a alejarse por tiempo indefinido. No sólo se perdió en 1996, sino que se sabía que se había perdido también en la siguiente consulta electoral, la de 2000. La huida de Javier Arenas era el reconocimiento anticipado de la derrota.

Pensaba que, tras este error, el PP habría aprendido la lección y no volvería a tropezar en la misma piedra. La prisa es mala consejera en política como en casi todo. Y el juego sucio todavía más. Intentar llegar al Gobierno cogiendo atajos y sin respetar las reglas del juego democrático, suele conducir a callejones sin salidad. Es lo que le ocurrió a Javier Arenas en el 96. Jugó sucio entre 1994 y 1996 y los ciudadanos advirtieron que se les quería dar gato por liebre.

Teófila Martínez acaba de cometer en el 2001 un error de naturaleza similar. En lugar de elaborar pacientemente una alternativa al Gobierno socialista, que después de casi veinte años (serán más de veinte en 2004) tenía que encontrar buena acogida en la sociedad andaluza, la presidenta del Partido Popular ha decidido tirar por la calle del medio e intentar derribar al Gobierno Chaves de manera anticonstitucional y antiestatutaria, en una operación turbia que suponía el incumplimiento flagrante de la Ley andaluza de Cajas de Ahorros. ¿Tan poca confianza tiene el PP en poder ganar democráticamente unas elecciones en Andalucía para poner en marcha operaciones como éstas, aliándose con personajes tan impresentables como aquellos con los que se ha aliado? ¿No ha habido nadie en ese partido que haya advertido que, cuando una operación como esa fracasa, es el partido como alternativa política el que se queda fuera de juego? ¿Cómo es posible que después del error Arenas se haya podido cometer el error Teófila?

El tiempo que le va a costar al Partido Popular reponerse del error Teófila está por ver. Pero, a la vista de lo ocurrido en el debate sobre el Estado de la Comunidad, puede que no sea poco y, sobre todo, que exija el cambio en la cabecera de lista para las próximas elecciones. La impresión que ha dejado Teófila Martínez en su primer debate es la de una persona que carece de discurso político y que sólo tiene una idea: 'Váyase señor Chaves'. A lo largo de esta año ya lo había insultado en varias ocasiones, llamándolo 'vago' e 'incompetente'. En el debate de esta semana ha dado un paso más y lo ha calificado de 'fascista ' y 'oligarca'. Si de verdad cree que mediante el insulto va a conseguir ser presidenta de la Junta de Andalucía es que no sabe en donde está viviendo.

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