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Inhibidor de frecuencias

La sesión evidencia la falta de sintonía entre Manuel Chaves y Teófila Martínez

Tereixa Constenla

Harto de que sus señorías parloteasen por el celular a todas horas dentro de la Cámara, el presidente del Parlamento, Javier Torres Vela, cortó por lo sano hace un par de plenos. Instaló un inhibidor de frecuencias que deja turulatos todos los móviles nada más cruzar el umbral. Sus señorías ya lo saben, pero los invitados y las visitas que sólo acuden al antiguo hospital de las Cinco Llagas en las grandes ocasiones estaban ayer un pelín mosqueados con la tecnología venida a menos.

El inhibidor es algo así como un escudo antimisiles pero más necesario. Las interferencias de los celulares son tan reales que, a veces, enloquecían las palabras del diario de sesiones a la hora de transcribirlas. Como casi todo lo que rodea las nuevas tecnologías de la comunicación se ignoran los efectos especiales del inhibidor de frecuencias, pero da la impresión de que, además de reprimir a los celulares, también inhibe a los usuarios. Por la mañana, mientras Manuel Chaves habló durante una hora, 20 minutos y un gazapo divertido (mañona), el inhibidor paralizó a sus señorías. Los socialistas aplaudieron alguna que otra vez casi con desgana. Los parlamentarios del PP casi ni protestaron. Los del PA no molestan apenas, además de ser fáciles de controlar porque, propiamente, el grupo es José Calvo Poyato: otros dos se sientan en los bancos del Gobierno, uno en la tribuna de la Mesa y un par ya no es lo que era. Sobre todo Ricardo Chamorro, que no le desinhibirán hasta septiembre de sus ataduras.

Chamorro, que se pasó toda la sesión dando evidentes signos corporales de que sintoniza con la frecuencia de Pedro Pacheco, un ex PA con identidad propia (esto es, posibilidad de subir a la tribuna y orar), no es andalucista ni mixto, ni siquiera no-adscrito. De momento está condenado a no tener sintonía con nadie, a vagar por los laberintos reglamentarios como un espectro sin partido ni turno de palabra. Es la antítesis de presidente de la patronal, Rafael Álvarez Colunga, que habla cuando quiere para decir lo que piensa (Colunga dixit) y que ayer se tragó el discurso matinal de Chaves y obvió los vespertinos de la oposición.

Sus señorías, en la sesión de tarde, demostraron que podían sacudirse el freno tecnológico que atenazaba sus personalidades y abandonaron la pacatería matinal. A derecha e izquierda se destacaron hinchas fervorosos como Salvador Fuentes (PP) o Martín Soler (PSOE). Ricardo Tarno es ya un especialista del palmeo del escaño para jalear a su jefa de filas, pero la táctica se abre paso como sustituta de los tradicionales aplausos en mitad de los discursos. Sus señorías se dicen de todo (más por la tarde que por la mañana), pero los cronistas no suelen enterarse porque los sientan lejos.

A veces los diputados elevan el tono tanto que ayer fue imposible no enterarse del lance entre Manuel Chaves y Teófila Martínez a cuenta de las trayectorias pasadas. El caso es que ambos chisporrotean cuando coinciden en espacio y tiempo, incapaces de coincidir en la misma frecuencia sobre Andalucía. Aunque tampoco Antonio Romero (IU) o Pedro Pacheco, que intervinieron ayer, comparten la del presidente andaluz. Algunos inhibidores operan desde hace tiempo, aunque el que utiliza Torres Vela para medir los tiempos se liberó ayer de corsés represores y dejó que sus señorías largasen a sus anchas desde el estrado.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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