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Columna
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Fundamento

Juan Cruz

Es complicada, y grande, la palabra fundamento. Resbaladiza. La utilizó anteayer el presidente del Gobierno español, José María Aznar, para hablar de la decisión que iban a tomar los fiscales en torno a la imputación -o no- que puede hacer la justicia contra la persona del ministro de Asuntos Exteriores. Él dijo: 'Ya se verá el fundamento de la imputación antes de tomar medidas'. Como no ha sido común que ante similares acontecimientos pasados la misma persona hiciera reflexiones semejantes sobre hechos protagonizados por los diversos enemigos a los que se opuso, la gente se ha entretenido dándole vueltas a la frase. Es una frase peculiar: ¿la hubiera dicho cuando quiso derribar a sus antecesores? Pues no. Y excita mucho hallar, en un hombre de tan pocas palabras, un discurso en cuyo análisis los demás nos podemos meter como si estuviéramos en el enrevesado territorio de una novela de Joyce. Sólo esa excitación explica la cantidad de tinta -y de saliva- que se ha gastado en la búsqueda de un sentido a lo dicho por Aznar anteayer ante Arafat. Qué habrá pensado Arafat.

Algunos han supuesto que Aznar pronunció su frase para anunciar un escrutinio propio de lo que iban a decir los altos magistrados acerca del futuro judicial del ministro. Es decir, que él mismo -con sus asesores- iba a desentrañar el fondo de la cuestión para ver si procedía tomar una decisión que subrayara -o no- la postura de los fiscales. No quiso hacer eso, supongo. Hubo otra interpretación: una vez analizado el fondo -el fundamento- de la deliberación, él mismo va a decidir, con sus consejeros, si hace o no caso de la resolución en curso. Podía no tomarla en cuenta. Cómo va a querer decir eso el presidente.

Donde Aznar le puso la cáscara de plátano a su frase fue en la palabra fundamento. Es un término -según el académico Seco- que tanto sirve para un roto como para un descosido, y el presidente se ha aprovechado de esa ambigüedad. En Canarias, y otros lugares de España, espero, se utiliza mucho esta expresión para referirse a las personas. Si no son serias ni formales, no tienen fundamento, no son de fiar. Hay que comer con fundamento, decía mi madre. Aznar no quiso ir tan lejos, pero estuvo cerca de decir, en su excursión por la ambigüedad, aquello de lo que más carece su famosa frase: de fundamento, precisamente.

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