'El coche es un invitado a la ciudad y tiene que comportarse como tal'
Mikel Murga (Bilbao, 1947), ingeniero y asesor de instituciones de toda España y Europa en materia de tráfico y transporte, es el comisario del segundo Congreso Internacional sobre Sistemas Inteligentes de Transporte, abierto ayer en Bilbao.
P. ¿Qué es eso de los sistemas inteligentes de transporte?
R. Es la utilización de las nuevas telecomunicaciones y las capacidades de cálculo para gestionar el sistema de transporte de forma que sea más eficaz, seguro y cómodo. Eficaz, para sacar más partido de las infraestructuras; más seguro, para que la accidentabilidad disminuya -ahí esta el ejemplo de Ericson, que tiene un aparato que, cuando chocas, localiza la comisaría de policía y el hospital más cercano y, automáticamente, manda sus mensajes, de forma que aunque estés inconsciente tienes la ayuda en marcha-; y más seguro, para que, como sucede en el metro, sepas que el autobús va a venir en tanto tiempo y que el viaje requerirá equis minutos.
P. Estas medidas inteligentes ya se utilizan en algunos países. ¿Cuáles son las más significativas?
R. Es un campo nuevo. Han existido los ordenadores en los centros de tráfico, que gobernaban la semaforización. El siguiente paso fue la navegación, intentando satisfacer ese sueño del conductor de ir de un punto a otro evitando atascos. Después, un servicio que intenta no tanto controlar la circulación como dar información: los paneles que informan de la congestión, páginas web en tiempo real de los autobuses, etcétera.
P. En Colonia se ofrecen datos de los aparcamientos libres y en Turín se prioriza, mediante semáforos, al transporte público. Son experiencias que llevan ya muchos años.
R. El ejemplo que más me gusta es Zúrich, el único lugar europeo donde ves a alguien con esmoquin cogiendo un tranvía. La prueba del algodón es cuántas personas de la vida pública utilizan el transporte público. Y eso lo ves en Zúrich. Tienen un sistema público bueno, pero es inferior al de Bilbao. Lo más importante es esa prioridad y la política de aparcamiento: que, por muy grande que sea una oficina, sólo te dejan dos plazas.
P. ¿Este ejemplo y otras medidas se pueden aplicar en Euskadi o son utópicas?
R. Tecnológicamente no es nada utópico. Es tener unos sensores que detectan cuándo viene un tranvía o un autobús. En Bilbao, el tranvía ya se ha apropiado de un espacio de red viaria y va a tener esa prioridad con los semáforos. Lo bueno no es que vaya a llevar más viajeros que el metro, sino que cambiará la trama urbana.
P. Pero el nivel de tráfico privado sigue subiendo...
R. La política tiene que ser zanahoria y palo: hay que dotarse de un transporte público impecable, que lo estamos consiguiendo, y luego canalizar a la gente hacia él. En Bilbao, la mayoría va andando. Lo que es indudable es que el coche es muy cómodo y resulta muy difícil renunciar a él. El coche es un invitado a la ciudad y tiene que comportarse como tal. Aparcar la tonelada y media de mi coche en la calle y ocupar 12 metros cuadrados se tiene como derecho inalineable.
P. Ha comentado que no va a ser un congreso tradicional y que, más que leer ponencias, se va a discutir. ¿Pueden salir soluciones concretas?
R. No existe receta mágica, porque el enemigo somos nosotros. Lo que sale de aquí son ideas para que el paciente esté más cómodo y no se agrave. En este congreso se va a hablar de soluciones tecnológicas, de procesos de consenso, de toma de decisión, de cooperación.
P. Dibújeme un modelo de funcionamiento de tráfico para las capitales vascas.
R. Pediría a Bilbao que reconozca que la mayoría de los desplazamientos son peatonales, y eso no es porque seamos listos, sino porque hemos comprado coches relativamente hace poco y no hemos podido destrozar la ciudad. Deberíamos procurar que los peatones se sientan más cómodos con medidas simples, como que los ciclos de semáforos no pasen de 60 segundos. Y el automóvil tiene que estar subordinado al peatón y al transporte público.
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