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Tribuna:ARTE Y PARTE
Tribuna
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Las 'un-private houses' y los 'okupas'

Casualmente visité la exposición del Macba el mismo día en que los okupas se sumaban con sus propias reivindicaciones al manifiesto agresivo y lúdico contra la globalización que invadió buena parte del paseo de Gràcia. La exposición, que proviene del MOMA de Nueva York, se propone dar a conocer nuevos y arriesgados modelos de casas aisladas, esas casas que antes se llamaban viviendas unifamiliares -el chalet o la torre- y ahora no tienen nombre propio porque van perdiendo la referencia a la estructura familiar. El título de la exposición es Cases im-pròpies, una inteligente y beligerante traducción del original The un-private house. Visitar esta exposición el mismo día de la manifestación okupa tiene sus inconvenientes: la tentación de comparar los ideales académicos del MOMA con las reclamaciones que se planteaban en la calle.

Es importante la lectura previa del texto de Terence Riley en el catálogo de Nueva York porque sólo en él parece justificarse la selección de obras. Riley discute los cambios sociales y técnicos que reclaman una profunda transformación de la vivienda: la inclusión en ella de ciertos ámbitos de trabajo, la presencia de nuevos sistemas comunicativos en la vida cotidiana y de nuevos instrumentos proyectuales, la transformación de la vieja estructura familiar y del concepto de vida doméstica y de intimidad ante radicales reinterpretaciones de lo público -de la consabida Glass House hasta las abominaciones televisivas de Big Brother- y radicales cambios simbólicos. Esas inteligentes reflexiones pueden aplicarse en grados diversos a todos los tipos de residencia, pero en la exposición se muestran casi exclusivamente casas aisladas de alto nivel económico construidas en los países más ricos del mundo -el 70% en EE UU y las restantes en Holanda, Bélgica, Japón, Francia e Inglaterra- y proyectadas por arquitectos norteamericanos, holandeses, japoneses y suizos. Las excepciones son una casa de Clorinto Testa en Argentina -excepción generacional y geográfica- y las cuatro o cinco obras españolas que el Macba ha introducido muy acertadamente.

Esta limitación social y geográfica del asunto puede interpretarse como una de las tan frecuentes supeditaciones a los intereses del consumismo que, como se hace en las infinitas revistas de decoración -e incluso en las de arte y arquitectura-, ofrece a la vulgaridad los grandes ejemplos del lujo y la opulencia, sin plantear nunca cuáles deberían ser las respuestas idóneas a los modestos problemas del usuario. Pero en este caso hay una justificación plausible: la del coste de la experimentación. Experimentar en la vivienda real suele acarrear perjuicios inmediatos porque es una cuestión demasiado sujeta a imperativos sociales y económicos. Es lógico acarrear esos perjuicios a los ricos ilustrados, aunque caprichosos, dispuestos a un cierto mecenazgo. Sin el atrevimiento revolucionario de la Vila Savoye, la Farnsworth o la Falling Water, quizá la arquitectura de la vivienda real hubiera evolucionado de otra manera. Pero, a pesar de esto, me queda todavía la duda de si esas casas im-pròpies servirán de modelos generalizables como lo fueron las obras maestras del Movimiento Moderno, porque, tal como se exponen, no parecen dirigirse a problemas demasiado consistentes. El hecho de que se muestren solamente las maquetas -objetos elegantes bajo los reflejos de las burbujas envolventes-, sin ningún plano y hasta sin referencias precisas a sus estructuras funcionales y espaciales, ya indica una tendencia a no explicar más que contenidos, simples estilismos epidérmicos, incluso reforzados por una cierta frivolidad voluntaria. Porque se trata, efectivamente, de ejercicios de estilo, interesantes y significativos, aunque limitados a los presupuestos de la vida y la cultura norteamericanas. Aceptemos, no obstante, que estos ejercicios tienen también su interés: la exposición es un catálogo de las modas formales más actuales y presenta muchos arquitectos hasta ahora poco conocidos, bajo el amparo de algunos nombres de merecidos recursos mediáticos. Quizá esas maquetas serán modelos incitadores de algunas tendencias estéticas, pero dudo que programen los cambios que la vivienda reclama ante las variaciones de forma de vida.

Como punto final, el Macba ha añadido a la exposición norteamericana un proyecto que está en el polo opuesto de aquellas experimentaciones de nuevo rico y que parece destinado a compensar la frivolidad del catálogo y a hacer una llamada de comprensión hacia los okupas: el carrito para un homeless -un critical vehicle, proyectado por Krzysztof Wodiczko- en el que se sintetizan las necesidades mínimas de supervivencia en la calle, desde el armario a la cama: una vivienda mínima de urgencia con más eficacia productiva que lucubraciones estilísticas. Se anuncia que a lo largo de la exposición se construirán tres proyectos: un refugio de emergencia de Shigeru Ban con elementos de cartón reciclado, una favela de Van Lieshout y un pabellón de madera de Miralles-Tagliabue. Xavier Costa -responsable de la exposición- habrá logrado con estos añadidos cambiar algunas de las intenciones del MOMA. El critical vehicle y las tres construcciones, más que una ampliación son una contestación rotunda, polémica: son la base de una investigación de gran trascendencia ante los inmediatos retos sociales. Si queremos tener soluciones para las graves urgencias habitacionales del tercero y del cuarto mundo, más que un-private houses y más que Casa Barcelona -investigada en Construmat con una ingenuidad excesiva- necesitamos el critical vehicle y el cartón reciclado.

Oriol Bohigas es arquitecto.

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