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El Barça supera el recital de Raúl

El equipo azulgrana domina por 2-0 tras resolver en los minutos finales un partido muy defensivo

Robert Álvarez

Está demostrado: el Real Madrid es capaz de complicarle las cosas al Barcelona hasta límites insospechados, pero por el momento no pasa de ahí. ¿Será capaz de ganarle algún partido en esta final? Continúa siendo una duda más que razonable a pesar de que la final cambie de ciudad a partir del próximo jueves. El Barcelona pierde vuelo y majestuosidad en el tipo de partidos trabados y empapados de tácticas defensivas que le ha propuesto hasta ahora el Real Madrid. Perdida su fiereza atacante, y no digamos la frescura de ideas en la concepción de su juego, el Barcelona ha tenido que irse rehaciendo a partir también de la defensa. Pero sucedió el sábado y se repitió ayer: el Barcelona acaba los partidos más entero y comete menos errores. El Madrid se quedó ayer a tiro de piedra. Pero si consiguió rozar el empate en la final fue gracias a la maravillosa dirección de juego y al liderazgo de Raúl López, otro chaval de 21 años, otro colega de Gasol, un dato que abre magníficas perspectivas para el baloncesto español.

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En un partido ganado por el Barça, en el que volvieron a sobresalir jugadores como Jasikevicius -por su tino en el tiro, que no por su dirección de juego-, el propio Gasol o Dueñas, Raúl López puso la diferencia. Su equipo perdió. Pero fue porque nadie le acompañó con alguna eficacia en el empeño. Raúl entró en escena cuando peor lo estaba pasando su equipo (26-19). Ya por entonces el Real Madrid había convertido el juego en un rompecabezas para el Barça, al que además le estuvo birlando toda la noche los rebotes, y también había empezado a adoptar defensas cambiantes que provocaron un ataque de jaqueca a Aíto. Pero no le bastaba con eso al Real Madrid. Le faltaban unos mínimos en ataque. Alguien que pensara y que provocara que los bases del Barça se devanaran los sesos. Y eso es simplemente lo que logró Raúl, que su equipo adquiriese cierta fluidez en su juego de ataque.

El Barça lo pasó mal, pero que muy mal. Con Raúl, el Madrid encontró el acompañamiento imprescindible para hacer valer su defensa y estuvo por momentos a punto de abrir una brecha interesante en el marcador (45-50). Pero Aíto pagó con la misma moneda a Scariolo. Echó mano de Nacho Rodríguez para frenar a Raúl y a Navarro para pegarse como una lapa a Herreros, y también recurrió a defensas mixtas. A ello añadió su principal virtud: ir sacando a la palestra las virtudes de un jugador, después de otro y así hurgar en una chistera que no parece tener fondo: primero fue Gasol, después, Dueñas -muy puesto en la materia y disuasorio tanto por sus facultades físicas como por la fiereza con la que está afrontando estos partidos-, alguna vez Karnisovas y casi toda la noche Jasikevicius. El base lituano viene a ser lo que Rivaldo es para el equipo de fútbol. A veces se pasa de revoluciones, se extralimita con acelerones o pases de riesgo innecesarios y le cuesta leer la maraña defensiva del Madrid. Pero en ataque su aportación es incontestable. Máxime cuando sus compañeros flaquean en el tiro. Entonces coge la escopeta y no hay quien lo pare.

Así fue como el Real Madrid fue apagándose lentamente sin que nada pudiera hacer Djordjevic (67-60), que no ha adquirido el papel relevante que siempre le ha caracterizado en los finales de partido apretados. Y encima, se la jugó el Real Madrid poniendo un balón en manos de Milic más allá de la línea de 6,25 metros. Otro craso error que, pese a la insistencia de Raúl, llevó al Madrid a su segundo fracaso, el último permitido ante un rival que no parece dispuesto a que la historia se alargue mucho.

Gasol hace un tapón a Herreros.
Gasol hace un tapón a Herreros.RAF SEGUÍ

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Sobre la firma

Robert Álvarez
Licenciado en Periodismo por la Autónoma de Barcelona, se incorporó a EL PAÍS en 1988. Anteriormente trabajó en La Hoja del Lunes, El Noticiero Universal y el diari Avui.

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