Gozosa chapuza cósmica
La hazaña que, para un planeta boquiabierto e insomne, fue la retransmisión en directo de los primeros pasos humanos en la Luna, el 29 de julio de 1969, tiene una trastienda oculta hasta que este filme australiano, lleno de encanto y de cine sagaz, la contó y cantó. Cuenta La Luna en directo que aquella sofisticada proeza tecnológica, que regaló a miles de millones de personas el sueño de saltar con Armstrong, desde su módulo lunar a la mismísima piel blanca de la Luna, fue mucho más que una hazaña de ingeniería: fue un glorioso bote pronto, una genial improvisación, una asombrosa chapuza que reconcilia con la imaginación humana.
Un equipo de cuatro ignorados astrónomos del radiotelescopio de Parkes, Nueva Gales del Sur, saltó sobre la avería de una computadora, apuntó con su lente al espacio y logró conectar (así, como suena), ¡a ojo!, con el transmisor de vídeo instalado en la fea araña de la NASA, remediando así, ¡de golpe y a mano!, una fatal avería que, de no haberse arreglado, habría privado al siglo XX de una imagen identificadora.
El resultado es una comedia gozosa, una delicia viva, llena de calma contagiosa, ingeniosísima, astuta y solidaria, que da gloria ver, ya que está situada a medio camino entre las viejas e imperecederas comedias solidarias y optimistas de Frank Capra y las inefables maravillas de los legendarios estudios londinenses de Ealing.
Babelia
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