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Columna
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Disimulo

Entre sus muchos quehaceres como docente y escritora, en el proceso de una investigación, una amiga ha encontrado una Gaceta de Madrid -el BOE de entonces- de 1803, en el que se anuncia una plaza vacante de maestra en Ciudad Rodrigo para la enseñanza de expósitas en 'labores de aguja, de punto de costura, en leer y escribir (en esto habrá algún disimulo), en buenas costumbres cívicas y morales y en la doctrina cristiana'.

Es verdaderamente sorprendente lo del disimulo, una condición de trabajo tan original como imprecisa en la calidad o cantidad que pueda pretender el adjetivo 'alguno'. Algo pero no demasiado, sin extralimitarse, justo lo suficiente para que ¿no se notara? ¿no se supiera? ¿no tuviera un resultado brillante? Quizá fuera un modo de pedir que se fingiera indiferencia o que se prestara poca atención a la escritura y la lectura para que, pasando desapercibida su importancia, las educandas no se aplicasen en ello con empeño. De lo que no cabe duda es de que la medida del cumplimiento encerraba el suficiente peligro como para tener que disimular, aunque fuera un poco.

Han pasado los años desde entonces y también las circunstancias, la ciencia, los valores sociales, la ética y todo lo que ha ido cambiando con el tiempo. Con nuestro tiempo, pues el de los países subdesarrollados y de los talibanes parece que cambia menos; pero nosotros nos vamos moviendo. En las páginas que el último Babelia dedica a la piedad por los animales, Jesús Mosterín ilustra los cambios de nuestra ética con dos ejemplos: las discusiones y las guerras originadas por la abolición de la esclavitud y la hilaridad que despertaban las sufragistas pidiendo el voto para la mujer. En ambos casos, dice, se llegó a un consenso moral que aún no se ha conseguido en nuestra relación con los animales. Cada cosa en su lugar y la mujer donde le corresponde. Que conste que soy defensora del buen trato hacia los animales.

Otro ejemplo de la evolución de los valores lo tenemos en Gran Hermano, en donde ya no existe el menor disimulo en cuanto a la capacidad de oratoria, de pensamiento o de razón. Ni para los hombres ni para las mujeres. En estos momentos no debe haber el menor peligro.

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