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Reportaje:AULAS

El jefe es siempre el jefe

Una tesis revela la impresión negativa que los directores tienen de sus subordinados

¿Quién no se ha preguntado alguna vez por qué el jefe lo llama a uno siempre por otro nombre? ¿O de dónde viene el estereotipo machista de que una buena secretaria tiene que ser una chica de larguísimas piernas y cortísimo cerebro? ¿O por qué los pelotas de un superior tonto son tan tontos como él? A esas interrogantes le ha encontrado respuesta una profesora asociada de Psicología de la Universidad de Granada, Rosa Rodríguez, que ha elaborado una tesis sobre la imagen que los jefes tienen de sus subordinados. La conclusión es orwelliana: para algunos jefes, todos los empleados son iguales, aunque unos son más iguales que otros.

Factores socioestructurales en la formación de impresiones: efectos del poder y su legitimidad en la estereotipia y juicios sociales es el título de la tesis de Rodríguez, dirigida por el profesor de Psicología Social Miguel Moya, que analiza la relación entre jefes y subordinados. Realizado de modo experimental entre universitarios, el estudio revela que la gente que detenta un poder percibe a los demás como una masa homogénea, sin individualidades, y con características muy negativas. También revela que, cuanto menos se haya merecido alguien llegar a un cierto puesto de altura (si ha accedido por casualidad, herencia o por sorteo), con más desconfianza mirará a sus subordinados.

'Eso se debe', explica Rodríguez, 'a que la gente que se siente más insegura de sus cualidades en un determinado puesto de responsabilidad percibe a los demás con una imagen negativa para justificarse ante sí misma que merece ese puesto'.

El análisis puede extrapolarse a cualquier colectivo: a cómo los blancos norteamericanos vieron durante siglos a los negros como seres homogéneos inferiores (de ahí los estereotipos racistas como 'todos los negros son iguales') o la imagen absolutamente negativa que se cultivó en España contra el colectivo gitano. Hoy día, aunque esos estereotipos sean políticamente incorrectos y nadie los exteriorice, continúan funcionando de forma latente.

A través de diversas experiencias psicológicas, Rosa Rodríguez comprobó, por ejemplo, que alguien que desempeña un cargo de responsabilidad al que ha accedido sin tener que demostrar su valía, elige a personas igualmente incapacitadas que en ningún momento supongan una competencia peligrosa. Algo así como el refrán: 'En el país de los ciegos, el tuerto es el rey'.

Curiosamente, aquellos jefes que han luchado por llegar a un determinado cargo y han accedido por méritos propios, que se sienten seguros, buscarán a gente competente para funcionar en equipo.

'Los resultados fueron muy curiosos', explica Rodríguez. 'Dimos a elegir entre diversos grupos de posibles subordinados: unos más inteligentes, otros más sociables, y otros más incompetentes. Pues bien: la gente que tiene un poder ilegítimo, es decir, que no tiene habilidades para ejercerlo, selecciona como subordinados a los que consideraba más incompetentes aún'. Rodríguez añade una moraleja: 'Cuanto más incompetente se es, de más incompetentes se rodea'.

La tesis pone también sobre la mesa el hecho de que las mujeres aún no han asumido del todo que pueden ejercer el poder, que están legitimadas para ello frente a los hombres. 'Eso aún no está absorbido de una manera interna', explica Rodríguez. 'Eso sí, las mujeres son más inteligentes a la hora de rodearse de un equipo'.

'En todos los ámbitos en los que alguien tiene un poder', afirma la profesora de Psicología, 'desarrolla una serie de estrategias, a veces inconscientes, destinadas a que no se produzcan revoluciones. Es una manera de mantener las desigualdades'. Para que el jefe siga siendo siempre el jefe.

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