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Tribuna
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Banderillas a la carta

La base de la banderilla siempre ha sido un palo recto -ahora de madera de haya- y un arpón, y alrededor del palo se visten con papel rizado, cintas de colores, flores artificiales, adornos de cordón metálico y, antiguamente, hasta con redecillas llenas de pájaros, que salían volando después de clavar la banderilla.

Y con toda esa vistosidad, la banderilla ha sido siempre mal mirada por los toreros por el daño que les ha hecho al andar (o galopar) el toro. Javier Vázquez (con pérdida de un ojo) y Armillita (herido grave por un palo de banderilla que se le clavó en el cuello) son dos ejemplos claros del efecto de los golpes de los palos. A veces, la banderilla queda enhiesta en el agujero del puyazo y resulta molesta y peligrosa para la faena de muleta o para entrar a matar.

Un antiguo banderillero valenciano, Manolo Sales, se inventó hace años la banderilla retráctil. Sufrió lo suyo para que se la aprobasen, pero al final consiguió hacerse un importante hueco. El puyero de Madrid José García hace un modelo con un resorte que permite que la banderilla caiga floja después de clavar. Las llaman banderillas nuevas o de seguridad. Las corrientes de palo cuestan 750 pesetas; las nuevas, 900, y un poco más si van vestidas de lujo. También hacen de las nuevas en algún taller de Córdoba y Albacete, más el gran maestro de banderillas de Las Ventas Alfonso Alonso, que nació en la propia plaza.

Y los toreros se han decantado por las nuevas. Por ejemplo, en Madrid, el servicio de banderillas corrientes -24 pares por corrida- se pone a disposición del chulo (es la palabra) de banderillas encargado de servirlas. Luego vienen los toreros con sus banderillas a la carta en cajitas de cartón de distintos proveedores y con sus variados precintos. En el callejón hay toda una carta de banderillas: las de aquí, las de allá, las del matador (más cortas), las negras (por si acaso sale un manso declarado), las de palo de la plaza.

O sea, que la banderilla ha evolucionado para mejor: la madera es más recta; los arpones, de mejor calidad, y encima no molestan al torero una vez clavadas.

Muchos pares se han clavado en estos años. Cuando Paco Alcalde empezó a usar unas banderillas más cortas (porque se reúne mejor el par) en Madrid, le gritaban los puristas: '¡Las de la plaza!'. Ahora se ha abierto el abanico de posibilidades. Por la mañana de la corrida se comunica al delegado si se van a utilizar banderillas distintas de las oficiales y éste reconoce los pares. A la tarde, la carta de banderillas, rehiletes o garapullos se despliega en el callejón a gusto de los toreros.

Por variedad de opciones que no quede. Lo importante es luego cuadrar dignamente en la cara del toro, clavar donde Dios manda y salir de la suerte con majeza.

Antonio Álvarez-Barrios es periodista.

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