De Mora: 'Lo único bueno es que he salido a pie de la plaza'
La cabeza ladeada, las cejas hacia arriba en gimnástico movimiento como de persiana rota y la mano derecha en movimiento de vaivén dando aire al ombligo. Entraba un toro camino del desolladero y media plaza, como si tratara de una coreografía ensayada, se ponía de acuerdo para repetir los zarandeos faciales y manuales de forma pautada. Todo ello acompañado con varias modalidades de estribillo: '¡Vaya un regalito!'; '¡Qué mala leche que tiene la ganadera!', o simplemente, '¡Ese toro es exactamente igual que mi...!'. En los puntos suspensivos cada uno acomodaba su pariente más gorrón. De los clásicos 'mi suegra' o 'mi cuñado', al más arcaizante: 'mi sastre'. Y así transcurría la tarde. Por supuesto, también hubo muchos insultos. Es más, quizá sólo hubo eso: insultos.
'La verdad es que lo único destacable de toda la tarde ha sido que, al final, he salido andando. Que todos, que los tres toreros, hemos salido por nuestro propio pie de la plaza. Los toros estaban empeñados en llevarnos de otra manera y por la puerta de la enfermería', comenta Eugenio de Mora y, tras analizar lo apenas dicho, se ríe. Está en pie y se ríe. El de Toledo fue sorprendido por el segundo de la tarde cuando se afanaba con la muleta. Un certero cabezazo y la taleguilla hecha unos zorros. 'Gracias a Dios, la cornada lo único que ha hecho es dejarme las vergüenzas al aire', y vuelve a reírse. Tres esparadrapos, otra vez al ruedo a matar al morlaco y... 'a casa, pero a pie'.
La taleguilla destrozada
El roto se quedó a centímetros escasos de donde hace apenas unos días (el 22 de mayo) un toro de Domingo Hernández le dejó una cornada. De paso, ese día el diestro se llevó dos orejas. 'Hoy [por ayer] era mi reaparición. Es duro hacer el esfuerzo de torear en Madrid después de la cogida, hacerlo con toros de Dolores Aguirre, hacerlo con toda la ilusión del mundo por ratificar lo logrado el día anterior y... nada. Pero, ¿qué se podía hacer con semejante material?'.
Los tendidos tampoco lo tenían del todo claro. Unos insistían en la coregrafía de arriba; otros zarandeaban la supuesta calidad de figuras de algún matador que cimbreaba su finura sobre la arena, y los últimos miraban al cielo, que, cuando se ponen las cosas feas, es buen recurso. Al fin y al cabo, son muchos los días de feria y una decepción más se antoja dura.
'El problema es que ni siquiera podías demostrar ganas o entrega. ¿Qué sentido tiene darlo todo con animales así? Las únicas ganas eran las de acabar cuanto antes'. Esto último es nuevo motivo para reír.
Se acabó la tarde. 'Mañana los victorinos'. 'Eso, eso, los victorinos'. La conversación se oye en el tendido y... lo que son las cosas, el mismo movimiento de cara y manos. Veremos.
Babelia
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