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Dos estudios desarman la crónica del condestable Lucas de Iranzo

Los trabajos consideran irreal el relato

Ginés Donaire

Según el trabajo, la rebelión se gestó por la protesta del pueblo ante la vida de opulencia y despilfarro llevada a cabo por el condestable en Jaén.

Tanto el libro del profesor Rodríguez Molina, La vida en la ciudad de Jaén en la época del condestable Iranzo, como la reedición actualizada de la publicación que en 1942 hiciera Juan de Mata de la Crónica del condestable, de los investigadores jiennenses Juan Cuevas Mata y los hermanos Juan y José del Arco Moya no hacen más que desmitificar una realidad deformada por el propio criado de Enrique IV, término con el que se definía a todos los que se integraban en la Corte para ayudar al príncipe en los estudios y los juegos.

Los dos estudios se han presentado en el marco del simposiode historia sobre el reino de Jaén que se clausuró el pasado domingo. Las jornadas estuvieron organizadas por la Concejalía de Cultura del Ayuntamiento de la capital.

Su amistad con el rey Enrique IV le valió a Miguel Lucas de Iranzo para ser nombrado en un solo acto barón, conde y condestable. Más tarde se pactó su matrimonio con Teresa de Torres, una joven de 15 años procedente de una de las familias más ricas de Jaén, ciudad a la que llega en 1460 y donde permaneció hasta su cruenta muerte en 1473.

Jaén era en aquélla época una base logística de primer orden en las campañas de conquista de territorios de Al Ándalus. 'El condestable obtuvo bastantes éxitos militantes, sobre todo por sus famosas incursiones en la frontera que separaba musulmanes y cristianos', asegura el investigador y archivero del Ayuntamiento de Jaén, Juan Cuevas Mata.

Pequeña corte

A la intensa actividad militar, se unió la vida de opulencia llevada a cabo por el condestable en Jaén, donde creó una pequeña corte renacentista con músicos y literatos a los que recibía en el Palacio del condestable, hoy convertido en sede de la Concejalía de Cultura.

'Ha quedado flotando en el ambiente de las generaciones jiennenses, a lo largo de varios siglos, la figura de todo un caballero amante del ambiente festivo y generoso con el pueblo, y sus celebraciones y fiestas como paradigma de la vida de la ciudad medieval', manifiesta el historiador José Rodríguez.

Sin embargo, nada pudo hacer el condestable para detener una revuelta iniciada en el valle del Guadalquivir y que el profesor Rodríguez sitúa en la oledada anticonversa contra los cristianos nuevo, procedentes del judaismo.

Además, en el caso del reino de Jaén la situación se agravó por las protestas de pequeños campesinos, artesanos y aparceros que eran los que soportaban las mayores cargas fiscales, unido a una época de terrible escasez de trigo en Andalucía. Y así, el 20 de marzo de 1473, cuando el condestable estaba orando en la catedral de Jaén, fue asesinado por un ballestero de su ejército.

El profesor José Rodríguez traza un paralelismo entre su muerte y la de otro suceso andaluz de tres años más tarde, el de Fuenteovejuna, donde un pueblo entero se conjuró para responsabilizarse de forma conjunta del atentado.

La principal diferencia estriba, explica el investigador Rodríguez Molina, en que 'los hechos de Fuenteovejuna encuentran, pasados bastantes años, un cronista como Lope de Vega que en forma de drama acentúa el protagonismo de las masas populares contra el comendador engreido, injusto y opresor', y, por su parte, en el caso del condestable Iranzo fue 'un hombre de su propia corte el que transmitió los hechos que más enaltecen su figura, silenciando todo aquello que puede ensombrecerla'.

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