_
_
_
_
_
Columna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las columnas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

El último recluta

Se veía venir. Nadie quería ser el último recluta. Así que, una vez decretado el fin del servicio militar obligatorio -tras los acuerdos del Majestic en mayo de 1996 entre las delegaciones negociadoras del PP y de CiU, a los que se llegó por necesidades del guión para la primera investidura de José María Aznar como presidente del Gobierno- todos los conscriptos potenciales han emprendido una carrera en pelo, como ante el antiguo grito escolar de maricón el último, tratando de escaquearse con alegaciones auténticas o viciosas para eludir la incorporación a filas o, en el caso de ser objetores de cociencia, el cumplimiento alternativo de la Prestación Social Sustitutoria (PSS). La abolición del servicio militar y de la PSS se diría irreversible, pero en cualquier caso es necesario analizar cómo se ha llegado a adoptar una medida legal de ese alcance, porque ese cómo está preñado de unas consecuencias que cada vez afloran con mayor claridad, según acabamos de ver durante las celebraciones del Día de las Fuerzas Armadas.

Más información
Error humano o incompetencia militar
Seis meses de cárcel para un recluta que se durmió en una guardia

Llegados aquí, el señor ministro del ramo, Federico Trillo, debería ahorrarse las sorpresas acerca de las actitudes periodísticas de algunos compañeros de viaje del PP, ya que eran por completo previsibles. Así, por ejemplo, que Luis María Anson ponga La Razón al servicio de los descontentos, que guardan el uniforme en el armario, para quienes el servicio militar nunca fue una derivada de las necesidades de la Defensa Nacional sino un acto de debida sumisión de la sociedad civil, ofrecido a sus salvadores y tutores castrenses. La fórmula Anson dio pingües resultados durante la etapa en que nuestro colega dirigió el Abc y ahora está siendo ensayada de nuevo en el diario grapado de su propia invención. Consistió en el cultivo de las afinidades episcopales, a base de reiterar la publicación íntegra de las encíclicas y de otras campañas para estimular el trasvase hacia el periódico de los Luca de Tena de los lectores católicos del diario Ya, y, al mismo tiempo, prodigar halagos a los militares, incluidos cuando fueron necesarios los más recalcitrantes para atraerlos desde el diario golpista El Alcázar hasta lograr que se encontraran en Abc tan en casa como el propio Jaime Campmany.

Pero vengamos primero a los programas electorales de 1996 y comprobemos que ninguno de los partidos de implantación nacional con posibilidades de obtener la victoria en las urnas incluia una medida del alcance de la supresión del servicio militar. Aunque debe reconocerse que la tendencia se veía venir desde que los centristas del CDS, los del segundo Adolfo Suárez, propugnaron en sus programas del 89 la reducción del tiempo en filas a tres meses. Se abrió así una subasta a la baja para halagar los oídos de los jóvenes presuntos implicados en esas obligaciones y ganar sus discutidos votos. Con responsabilidad y conforme a la propuesta formulada en el debate de investidura de Felipe González, después de la victoria socialista de entonces, en marzo de 1990 se constituyó una ponencia en el seno de la Comisión de Defensa del Congreso 'encargada de abordar el estudio y seguimiento de los temas relacionados con el modelo de Fuerzas Armadas en su conexión con el servicio militar'.

Los trabajos parlamentarios concluyeron en un texto aprobado por el Congreso el 27 de junio de 1991 por 206 votos a favor, 25 en contra y 9 abstenciones. Pero de nada sirven consensos tan amplios como el anterior, que fijaba los objetivos para el año 2000 cuando al servicio de la coyuntura en el hotel Majestic la búsqueda de los votos de CiU lleva a incorporar al propio programa una propuesta redactada con la ligereza de quienes sabían la imposibilidad de llevarla adelante, habida cuenta de que sólo presentaban candidaturas en 4 de las 52 circunscripciones electorales. Qué interesante releer ahora (véase el volumen sobre El servicio militar: ¿obligatorio o voluntario? de la Asociación de Periodistas Europeos, en ediciones Tecnos 1991) el voto particular del grupo popular, que alertaba sobre la necesidad de evitar la transformación de las Fuerzas Armadas en un espacio de inconsistencia. Continuará.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_