El péndulo de Redondo
El Comité Nacional del PSE-EE cerrará mañana su etapa de unidad con el PP y buscará un proyecto autónomo de oposición
A diferencia de la novela del último Nobel de Literatura, el chino Gao Xingjian, la casualidad no había hecho coincidir el destino de dos hombres: Nicolás Redondo y Jaime Mayor. En el estrecho e incómodo compartimento de tren en que había quedado convertida Euskadi para los hombres y mujeres del PP y del PSE por el terrorismo de ETA, el choque casual de las dos tazas de té en la novela de Gao se había convertido para Mayor y Redondo en un brindis necesario por 'la libertad y por la democracia'. Una alianza de hierro que había constreñido al PSOE en su política de oposición al PP en España y que, dados los exiguos resultados electorales del constitucionalismo, ha terminado en un carpetazo definitivo a la etapa de ir de la mano del partido de Aznar y Mayor.
Redondo tiene claro que la Euskadi de Ibarretxe de 2001 no tiene nada que ver con la España de González de 1993. Y tras el buen sabor de boca que le dejó la entrevista de la semana pasada con el lehendakari, el PSE sólo quiere hablar de 'política con mayúsculas', de 'superar la incomunicación política' y de 'acuerdos de fondo'. Términos en los que, significativamente, el líder del PSE ha coincidido con Ibarretxe.
Llegados a este punto, es la oportunidad, una vez más, del proyecto vasquista y autónomo. Es la hora del particular péndulo que también acogota al PSE: partido que se debate entre conformar seriamente un proyecto autónomo o mantener su vocación sucursalista. En cualquier caso, de la reunión que celebra mañana el Comité Nacional saldrá la apuesta por edificar ese proyecto autónomo y progresista desde la oposición, aunque abiertos a compromisos puntuales con los nacionalistas, especialmente en las diputaciones de Vizcaya y Guipúzcoa.
'Estamos en la oposición y tenemos que esperar a ver lo que el lehendakari quiere decir, hacer y liderar. Tenemos una posición de espera esperanzada, que es lo que, razonablemente, tiene que hacer un partido en la oposición', declaró ayer Redondo a Europa Press. 'Si no se acepta nuestro programa, que será difícil que se acepte, votaremos la abstención' en la investidura de Ibarretxe, agregó.
Cerrada la etapa de 'colaboración', 'unidad de acción' o simple 'seguidismo' del PP, según a quien se consulte, los socialistas vascos quieren resituarse en un panorama político cambiante. Una etapa donde más de uno sospecha de la existencia, no ya de llaves milagrosas que abran el camino hacia la paz, sino de algún as marcado en la manga nacionalista.
Integración política
La mesa de diálogo en la que piensan los socialistas tiene como objetivo prioritario la 'integración política' de los vascos, poniendo todos los medios para 'evitar tanto la fractura social, como la exclusión por razones ideológicas de un determinado sector'. Y, además, la aceptación de las reglas de juego y la renuncia expresa a la violencia.
Pero para llegar a la tranquilidad que rodea ahora al secretario general del PSE, antes tuvo que capear el temporal de la noche electoral. Esa noche, Redondo estaba hundido en el sillón de su cuartel general cuando sonó, una vez más, el teléfono móvil. Para entonces, los resultados oficiales no colmaban ni por asomo las expectativas, ni para el bloque constitucional en su conjunto, ni para su propia formación. Al otro lado del auricular estaba uno de sus más fervientes defensores desde que le presentara como candidato del PSE a lehendakari en el hotel Palace de Madrid. Y, una vez más, habló sin ataduras: 'Diles a los que ahora te van a criticar que me echen a mí todas las culpas que quieran'. Su interlocutor era uno de los demiurgos que había saltado a la escena del constitucionalismo para unir, en plena campaña, en el Kursaal de San Sebastián, las manos de los candidatos de la alternancia al 'régimen nacionalista' en el País Vasco. Era el filósofo Fernando Savater, la cara más conocida del colectivo ¡Basta Ya!
Pese a que los datos oficiales confirmban que el PSE perdía un escaño en el Parlamento, Redondo respiraba más tranquilo. Y se sentía con fuerzas para bajar al salón donde le aguardaban periodistas y simpatizantes y admitir la victoria de la coalición PNV-EA. En parte porque la fuerte polarización entre nacionalistas y populares podía haber situado a los socialistas ante un resultado mucho peor. Y, sobre todo, porque Zapatero le había transmitido su compromiso de que nadie desde la Ejecutiva federal iba a hacer leña del árbol caído.
'Claramente, la estrategia que hemos seguido de demonizar al nacionalismo democrático vinculándolo con ETA no ha sido la adecuada. Nos hemos creído la estrategia del PP y el error ha sido, una vez más, poner todos los huevos en la misma cesta'. Así de rotundo se expresó un dirigente del PSE-EE en la primera reunión de la Ejecutiva de los socialistas vascos, 24 horas después de que lograran sólo 40.000 votos más que en 1998 con una participación del 80% del censo, 10 puntos más que en los comicios anteriores. En 1998, Redondo fue el último de los líderes políticos en dar la cara durante la noche electoral. También entonces las expectativas eran grandes y los socialistas se estrellaron con la realidad. 'Me hago responsable de haber frenado estas expectativas', dijo Redondo, en un tono que sonó duro y descarnado. El Comité Nacional de mañana pretende ahuyentar la sombra del pesimismo y ser el pistoletazo de salida de una nueva etapa para el PSE-EE.
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