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Crónica:57º FESTIVAL DE BILBAO
Crónica
Texto informativo con interpretación

Bilbao no es lo que fue

Un festival como el de Bilbao, que lleva ya su 57ª edición, que no consiga llegar ni a la mitad de la entrada quiere decir que este Bilbao ya no es lo que era. Ha perdido esencias, la costumbre de las cosas buenas. Ni siquiera para una intención benefactora como es llevar un dinero a la Santa y Real Casa de Misericordia.

El festejo propiamente dicho dejó como apunte positivo los tres novillos últimos del festival, en especial el cuarto de la tarde, que no paró de embestir desde principio a fin. El quinto bueno y el sexto menos bueno.

Finito de Córdoba pasó por el coso bilbaíno sin demasiado interés. Manuel Caballero toreó con varias tandas de derechazos templado. El Córdobes en su novillo dio derechazos sin demasiado fundamento, largos, pero sin mandar. Como quiera que no calentaba al público con el toreo serio, empezó a instrumentar trapazos y el salto de la rana, lo que causó el delirio de la gente. Pidieron una oreja, se la dieron y siguieron pidiendo más.

Bañuelos / Seis toreros

Seis novillos de Antonio Bañuelos: los tres primeros con poca fuerza; 4º, excelente; 5º, bueno y 6º, menos bueno. Cómodos de cabeza. Finito de Córdoba: ovación. Manuel Caballero: oreja. El Cordobés: oreja y petición de otra. Rivera Ordóñez: ovación. Dávila Miura: oreja. Morante de la Puebla: ovación. Plaza de de Vista Alegre, 31 de mayo. Menos de media entrada.

Fue Rivera Ordóñez el que tuvo delante de sí el cuarto novillo que hemos descrito. Es cierto que fabricó derechazos de calidad y buen temple. Los naturales no fueron completos. Y recordamos incluso dos buenos remates con el capote. De todos modos, el novillo era tan maravilloso y daba gusto verle embestir que, sin duda, merecía una faena de más alto relieve. Para la desgracia de River Ordóñez, le dio cinco pinchazos y una estocada.

Dávila Miura creemos que estuvo en la línea que suele ser necesaria en los festivales, es decir, hizo un toreo campero, dominador y además tuvo la gran virtud de empezar la faena con la mano izquierda, cosa que parecía lo más raro del mundo, dado que en estos tiempos estamos acostumbrados a que todo el mundo toree por derechazos dejando los naturales como si fueran una rara avis in terra.

Morante desplegó en su novillo el arte que atesora, en especial con la mano derecha.

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