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El presidente del Senado brasileño renuncia tras acusaciones de indignidad

La retransmisión en directo del discurso con el que el que había sido por dos veces presidente del Senado, Antonio Carlos Magalhães, renunció a su escaño para evitar el bochorno de verse expulsado por el voto secreto del pleno, tuvo ayer más audiencia que la telenovela de las ocho de la tarde. Había sido, en efecto, acusado por la Comisión de Ética de haber faltado al "decoro parlamentario" por haber quebrado hace un año el secreto de los votos de sus colegas con fines chantajistas.

Se esperaba un discurso duro contra el presidente de la República, Fernando Henrique Cardoso, y su Gobierno, que han pasado a ser sus grandes enemigos tras haber colaborado estrechamente con ellos durante estos últimos siete años. Y lo fue. Pero, sobre todo, fue un discurso sarcástico, irónico, de desprecio contra sus colegas de la Comisión de Ética, que lo habían condenado por indignidad moral. Y fue un discurso sobre todo de preparación de campaña electoral en su Bahía, donde fue considerado durante 50 años como un dios indiscutible. Un dios que regalaba privilegios e infundía miedos. "Volveré a este parlamento y quizás más allá", dijo, dando a entender que podría presentarse el próximo año a las elecciones presidencialistas tras el año forzoso de destierro político. "A este Parlamento se llega y de él se sale con los votos del pueblo y no con las prevaricaciones de los jueces envidiosos y traidores", dijo, aludiendo a sus colegas de la Comisión de Ética del Senado.

El ex senador se consideró un Brutus, tracionado por los suyos, pero añadió que "aún no ha nacido el César que lo haga cambiar". Apuntándoles con el dedo les dijo: "Os dejo. Dejo a los que ya tienen la máscara pisoteada en el suelo por sus electores y que aquí no volverán a pisar para gozo de los que honraron y seguirán honrando este Parlamento". Afirmó que el presidente Cardoso lo ha dejado "solo en la estacada, víctima de la mayor injusticia política de la historia de esta República" y que ahora él asistirá libre y tranquilo a su "implacable declino". Ironizó con él aconsejándole que "piense más en los pobres" y que no siga repitiendo que "nunca sabe nada". Dijo con énfasis que los brasileños ya no confían en la situación económica del país, citando datos de los órganos de Gobierno. "No crean que nutro odio contra el Presidente del país, aunque podría hacerlo", afirmó, añadiendo con cierto cinismo que más que el "apagón de energía eléctrica", decretado por Cardoso, le preocupaba el "apagón moral" que estaba produciendo en el país.

InvocacionesEl ex senador aseguró, en una liturgia en la que invocó varias veces el nombre de Dios y el alma de su hijo difunto, que fue "injusta y cruelmente acuchillado". En ella supo con cierta habilidad dialéctica convertir en autoexaltación de su figura política lo que tenía que haber sido una confesión de culpa y admisión humilde de responsabilidades. Dijo que se veía obligado a dimitir para "saciar la sed de venganza" de sus colegas.

[QQ] Y casi gritando exclamó: "Ahora que me siento libre desenmascararé a los ladrones del reino, a los enemigos de la verdad, a los criminales. No callareis mi voz", como si hasta ahora no hubiese sido él también responsable de los abusos de poder de una clase política a la que él pertenece desde hace 50 años y en la que ha hecho y deshecho con todas las artes más clásicamente mafiosas. Que también usó ayer, insinuando más que denunciando. Como cuando dijo que él podría "contar muchas cosas" y que estaba seguro que la lista de marras de los votos de sus colegas, cuyo secreto él violó, aún existe y que debería publicarse para "vergüenza de muchos colegas de la oposición que alardean de ética", aunque añadió, lavándose las manos como Pilatos, a quien citó: "Yo no la tengo porque la destruí enseguida".

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