Posmodernos, pero menos

Una persona que viniera al mundo en la Comunidad Valenciana hacia 1900 tenía 7 probabilidades de 10 de nacer en un núcleo rural, donde debido a la elevada mortalidad infantil, la esperanza media de vida no alcanzaba los 40. Junto a estas condiciones de inseguridad, operaba un esquema de valores que enfatizaba el grupalismo familiar, el orden, la autoridad y el control social. La forja del carácter infantil se sometía a la coerción de la tradición, y estaba encuadrada en actividades que propagaban la reacción neocatólica contra la modernidad. La sociedad urbana, industrial y terciaria, que se ha consolidado en las últimas décadas, con una sustancial mejora del nivel de vida, gracias a las políticas redistributivas del Estado de bienestar social, ha modificado radicalmente dicho panorama, abriendo espacio para unas formas de vida plurales, tolerantes, orientadas por la búsqueda de la autonomía y la realización individual, por la calidad de vida y el distanciamiento hacia las instituciones de autoridad. En la actualidad, el carácter infantil se moldea en un clima de amplia permisividad, y no con la fe religiosa ni el espíritu de sacrificio.

Este giro en las prioridades de los esquemas normativos de la gente es lo que denomina Inglehart posmodernización. Siguiendo sus planteamientos, Posmodernidad y autonomía. Los valores de los valencianos 2000 trata de radiografiar los valores presentes en la sociedad valenciana de este cambio de siglo y de milenio, al tiempo que esboza sus tendencias evolutivas. Sostiene Inglehart que este giro en las prioridades normativas está transformando la estructura de la sociedad, al modelo de una revolución silenciosa, mediante el recambio intergeneracional. De acuerdo con dichos planteamientos, en Posmodernidad y autonomía nos preguntamos si también en la Comunidad Valenciana se está dando ese cambio histórico de prioridades y si contribuyen a explicar esta transformación los denominados efectos de cohorte o el reemplazo de generaciones. La primera pregunta no tiene una respuesta única. De un lado, hemos constatado que, junto a un incremento de la satisfacción vital y de la libertad personal, han avanzado los partidarios de las prioridades posmaterialistas (protección de la libertad de expresión, apoyo a una sociedad menos impersonal, necesidad de mayor respeto a los derechos humanos), pero a un ritmo lento, puesto que sólo ha crecido un 2% en cinco años, en tanto que quienes seleccionan prioritariamente los objetivos de orden materialista (crecimiento económico o economía estable) continúan siendo predominantes (67% de la sociedad valenciana).