Seguridad privada en la Academia Militar
La escasez de soldados obliga a sustituir centinelas por vigilantes jurados
Desde el pasado 1 de mayo, la empresa de seguridad Vinsa, perteneciente al grupo ONCE, se encarga de la vigilancia de la Academia General Militar (AGM) de Zaragoza, el principal centro de enseñanza del Ejército de Tierra.
El final de la mili y la falta de aspirantes a soldado profesional han hecho que la mano de obra, antes abundante y barata, se haya convertido en un bien escaso también para el Ministerio de Defensa, lo que ha obligado a éste a sustituir a los tradicionales centinelas por vigilantes privados.
El ministro Federico Trillo-Figueroa aseguró ayer que lo ocurrido en Zaragoza es un ejemplo de la política de 'externalización' de servicios, como los de cocina o jardinería, que practica su departamento para que los soldados profesionales puedan dedicarse a tareas operativas en vez de consumir su tiempo en interminables guardias. El Ministerio del Interior, titular de la seguridad, también recurre a empresas privadas para vigilar algunas de sus instalaciones, recordó Trillo-Figueroa. Pero la novedosa medida genera algún desajuste. Por ejemplo, las leyes castrenses castigan los actos de desobediencia al centinela, militar se supone, y los vigilantes privados, con uniforme azul, que han empezado a controlar la entrada de la Academia no se cuadran ante los mandos, aunque están en un tris de ello.
El ministro matizó que nadie debe esperar ver a guardias jurados custodiando la brigada acorazada
Para tranquilizar a los más recelosos, el ministro matizó que la fórmula no va a generalizarse y que nadie debe esperar ver a guardias jurados custodiando la brigada acorazada o los barcos de guerra.
El Ejército de Tierra ha clasificado sus instalaciones en tres tipos: las unidades de fuerza, con gran cantidad de armamento, cuya vigilancia corresponderá en exclusiva a soldados; los hospitales o residencias militares, que podrán ser custodiados por empresas privadas; y los centros de enseñanza, con una cantidad reducida de armamento, que controlarán conjuntamente civiles y militares, aunque estos últimos se encargarán en exclusiva de las zonas más sensibles.
La AGM, que pertenece al tercer grupo, ha sido elegida como centro piloto para poner en práctica la nueva política. El contrato ganado por VINSA, por un importe de 42 millones de pesetas, acaba a final de año, pero está previsto prorrogarlo si la experiencia resulta exitosa. Los responsables de la institución se muestran sorprendidos por el revuelo que ha provocado la noticia.
'Es un complemento a nuestra labor', precisan, 'porque no se encargan ellos solos de vigilar, ya que los militares también deben pasar por estos puestos durante su etapa de formación'.
Actualmente estudian en la AGM un total de 415 militares, incluidas 18 mujeres. Entre los pabellones de estilo neomudéjar de este edificio de principios de los años veinte se alzan el patio de armas y el museo, así como el despacho del general director -el mismo que tuvo Franco cuando estuvo al frente del centro- y las habitaciones que ocuparon el Rey y el Príncipe de Asturias durante su etapa de formación militar.
La AGM es una muestra del cambio que ha experimentado el Ejército. Desde finales de los años 60, mantiene una intensa colaboración con la Universidad de Zaragoza, a través de la cátedra Palafox, luego rebautizada como Miguel de Cervantes. Entre otros, han pasado por ella el responsable de la política exterior y de seguridad de la Unión Europea, Javier Solana, el ex presidente del Gobierno Leopoldo Calvo Sotelo y el actual ministro de Defensa. El curso de este año está previsto que lo cierre Juan José Badiola, director del centro de referencia de la Encefalopatía Espongiforme Bovina (EEB).
El talante de sus directores, -como el actual, el general Fernando Torres-, ha tenido mucho que ver con la modernización del centro. Ya no es tiempo de soldados lavando cristales, cortando setos o bruñendo metales. Y como el dinero tampoco sobra, los responsables de la AGM buscan otras fórmulas más imaginativas, como un acuerdo con el Ayuntamiento de Zaragoza para que los servicios municipales de jardinería se ocupen de adecentar los jardines del centro castrense a cambio de dejar que se entrenen en sus instalaciones los servicios de bomberos y policía.
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