¿Han visto este bólido?
La Horma de este domingo no debería firmarla yo. Quien debería firmarla es mi amigo Jordi Bayona. Mi amigo Bayona es un tipo estupendo con el que me une, entre otras muchas cosas, la amistad fraternal que mantuvimos con Ovidi Montllor, la admiración, la devoción por la Aurélia de Gérard de Nerval, y un interés por un teatro político, anarquista, que veíamos hace treinta y tantos años y que ha desaparecido prácticamente de nuestros escenarios. No es la primera vez que mi amigo Bayona asoma el pico en esta página. La última vez fue con motivo de unas crónicas sobre el Asilo Durán. Bayona era un niño de 14 años al que su madre, Rosa, internó -'para su formación'- en el célebre, tristemente célebre, correccional después que el chaval le robase 1.000 pesetas de la década de 1940 con las que fue a una armería y compró una escopeta de aire comprimido para él y una pistola, también de aire comprimido, para su hermano pequeño. Y es que mi amigo Bayona quería ser atracador.
En 1931 no había muchos bólidos como el de la fotografía en Barcelona. Y menos que llevaran a una chica desplegando una enorme bandera republicana
El 13 de mayo, Bayona me escribió una carta en la que me decía que visitando a una amiga suya de Sant Cugat descubrió que ésta tenía un Verascope, 'una caixa de fusta d'aquelles amb òptica per veure-hi fotos en relleu. O sigui, un estereoscopi'. Bayona le preguntó si lo tenía como decoración, de adorno. Su amiga le dijo que era una herencia familiar, concretamente del abuelo paterno. El abuelo se llamaba Josep Corrons y tenía dos tiendas de aparatos ópticos, gramolas, lentes, aparatos fotográficos y Verascopes. Las tiendas estaban situadas en La Rambla: la primera al lado del Núria y la segunda a pocos metros del Moka. Al parecer, el señor Corrons era un fotógrafo notable. Bayona me habla de 'un grapat de fotos extraordinàries del sector de Canaletes. En algun aspecte recorden les que feia Ramón y Cajal, també amb aparell estereoscopic'. Fotos realizadas entre 1895 y 1915.
Pero el motivo principal de la carta de Bayona no son esas excelentes fotos del señor Corrons, sino una que realizó su hijo, que también se llamaba Josep y que siguió en el negocio del padre. La foto en cuestión es la que ilustra estas líneas: un bólido subiendo La Rambla con una enorme bandera republicana que enarbola una chica. Una imagen insólita (vista en relieve es fascinante, confío en que mis colegas fotógrafos del periódico logren conservarle ni que sea una pizca de esa fascinación). 'Per a mi', me escribe Bayona, 'aquesta foto és tan extraordinària com la d'un avió alemany trobat estimbat al Pallars' (hace un par de años, Jacinto Antón escribió una crónica sobre ese avión alemán, un bombardero de la II Guerra Mundial, estrellado en el Pallars).
'A peu de Rambla amb la foto a la mà', escribe Bayona, 'he buscat l'angle i la direcció i gràcies a la farmàcia, l'hotel Lloret i el fanal que mig tapa la bandera puc assegurar que el senyor Josep Corrons va fer-la des de la porta de la botiga [actualmente el número 130] en passar l'auto davant de Ràdio Associació'. Y añade: 'Pel capteniment de la gent i l'aire de diumenge, m'inclino a creure que devia ser el dia de les eleccions municipals, el 12 perquè el dimarts 14 tot el que he vist de la Rambla era molt de moviment i gresca i xivarri'.
Bayona se pregunta de quién debía ser el bólido, quién lo conducía. 'A Barcelona, pocs bòlids devia haver-hi. Penso que només podien tenir-ne famílies com els Godia, Elizalde, Vilavecchia, Giró..., la gent de Penya Rhin'. Mi amigo cree que el automóvil debía de ir a una cierta velocidad para desplegar una bandera de semejantes proporciones. 'M'imagino l'auto baixant de la Bonanova per Balmes, agafant Diagonal i passeig de Gràcia, plaça de Catalunya avall, tombar a Santa Mònica i Rambla amunt. O potser de plaça Catalunya, Via Laietana, plaça de Sant Jaume, Ferran i Rambla amunt. Un parell de voltes bé les devien de fer abans no s'aturessin (al Torino?) a prendre l'aperitiu amb els de la colla'.
Bayona se sorprende, y yo con él, de que un bólido circulando por el centro de la ciudad con una enorme bandera republicana, y más teniendo en cuenta que en 1931 Barcelona era mucho más chica, no llamase la atención. Porque ni Bayona ni yo hemos leído jamás en libros sobre la proclamación de la República que un auto de esas características se hubiese paseado por Barcelona con una enorme bandera sostenida por una chica.
¿Quién debe ser la chica, y el piloto? Mirando la foto con una lupa, a la chica se la ve muy joven. Bayona le da unos 16 años. Con lo que, echando cuentas, nos sale que en el caso de vivir alguno de los dos tendría más de 86 años.
En su carta, mi amigo Bayona me propone que publique la fotografía y cuente la anécdota. '¿No creus', me dice, 'que si es publiqués la foto al diari preguntant si per transmissió oral algú n'havia tingut notícia, no s'arribaria a saber qui eren la noia i el pilot? La foto és prou espectacular, prou xocant, prou única per difondre-la i que se sàpiga qui eren els protagonistes i, per descomptat, l'autor de la instantània'.
Misión cumplida, amigo Bayona. Confío en que algún lector o lectora responda a tus preguntas: 'Què va ser de la noia? ¿Va baixar cinc anys després per La Rambla defensant l'esperit de la bandera que havia voleiat? Vull creure que sí. Va sobreviure a la guerra? De qui va ser la idea, d'ella, del pilot?'.
El pasado miércoles, mientras tomábamos el aperitivo en la terraza del Bauma, les mostré a mis amigos Juan Marsé y Pilar Aymerich la carta de Bayona y la foto del señor Corrons, hijo. Marsé quedó sorprendido, tanto por la foto como por lo que cuenta Bayona -y cómo lo cuenta- en su carta. 'Qué hubiese dado yo por conocer esa foto y esos hechos hace unos años', dijo. 'Aquí hay una historia, un cuento estupendo'. Ojalá los lectores nos ayuden a escribirlo, a reescribirlo. ¿Han visto este bólido, han oído hablar de él? ¿Conocen la identidad de la chica, del piloto? ¿Qué se hizo de ellos?
P. S. El poeta anarquista Lucian Gregory le dice al también poeta anarquista Gabriel Syme: 'Es casi seguro que voy a ser el Jueves'. La cita, como ya habrán adivinado, es de la novela de C.K. Chesterton El hombre que fue Jueves, donde se cuentan las peripecias de un Consejo Central Anarquista que consta de siete miembros y en el que cada uno recibe el nombre de un día de la semana. La cita viene a cuento para informarles de que, a partir de la próxima semana, y tras cinco años de compartir el aperitivo dominical en la terraza del Bauma con abuelos, papás, mamás, niños y perros, La horma de mi sombrero pasa a publicarse los jueves.
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