Cartel de reciedumbre
Conforme al perfil agreste del espíritu de la capital de España y su correspondiente Comunidad, el cartel de Festimad reflejó en los inicios de su primera jornada las aristas del rock duro -pero sin pasarse; con cierto sentido del glamour- y de determinados estilos del nuevo rock que, como poco, no resultan especialmente complacientes.
Uno de los dos escenarios grandes albergó desde la una de la tarde sonidos nacionales de estética psicodélica, con el grupo Gallygows, o esencia nirvanera con los Sperm. Al lado, la carpa -otro escenario- ofrecía sonidos más mestizos, como el agradable funk y reggae de los multinacionales Kanjar'Roc.
Hubo que esperar a que el Sol comenzara a decaer para que los norteamericanos Mudvayne echaran para atrás los pelos del público con un sonido brutal de trash-metal y unos temas incendiarios que pusieron a la concurrencia a dar saltos. Los componentes de este cuarteto de Illinois salen maquillados al escenario como si fueran un anuncio de Max Factor, pero de pesadilla. Así es también la impresión que causan las canciones de su último disco, L. D. 50, cuyo título alude al término médico que calibra la peligrosidad de un fármaco.
Cambio de escenario para recibir la música del cuarteto angloindio My Vitriol, que llenó de colores fríos la tarde con los temas de su disco de presentación, Fineless, y en el que expresan emociones musicales en grado apasionado. La audiencia reaccionó vivamnete a alguno de sus temas más conocidos, como Losing touch.
El escenario grande volvió a albergar al poco rato a otros kamikazes sonoros, los Amen. Esta banda se ha revelado como otra de las sensaciones metálicas de la temporada y su estilo, emparentado con el heavy de los ochenta, puede acabar con el heavy de chándal. Al cierre de esta edición, la multitud esperaba los platos fuertes de la noche: los bárbaros Biohazzard y Skilpnot y los más civilizados, aunque comprometidos políticamente, Manic Street Preachers.
