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Entrevista:ROBERT LAUGHLIN | Premio Nobel de Física 1998

'La teoría del todo es más fácil de vender que la auténtica ciencia'

Robert Laughlin, estadounidense, 51 años, no sabe cómo resuelve los problemas. '¿Cómo aprenden los niños a hablar?', responde encogiéndose de hombros. Hace años dos colegas le mostraron un desconcertante fenómeno cuántico que les salía en el experimento; él explicó lo que estaba pasando y los tres se llevaron el Premio Nobel de Física en 1998.

Laughlin es un físico teórico que relaciona áreas tan dispares como la del plegamiento de las proteínas y la de la superconductividad de altas temperaturas. Ahora está en plena cruzada, promoviendo una idea que sabe molesta para muchos colegas: que la búsqueda de una teoría del todo que explique el universo ciega a los físicos y les desvía de 'aquello en lo que siempre se ha basado la ciencia, las observaciones'. Laughlin proclama el 'final de la ciencia del pasado' y defiende un nuevo enfoque útil para abordar los 'innumerables' problemas aún sin respuesta, incluyendo el de cómo emergió la vida.

En el trabajo que le mereció el Nobel, Laughlin demostró, junto con Horst Störmer y Daniel Tsui, que en determinadas condiciones los electrones pueden formar nuevos tipos de partículas cuya carga eléctrica es exactamente un tercio de la carga del electrón. Es un hallazgo sin, por ahora, ninguna utilidad concreta, salvo la de 'ayudar a entender el mundo'.

Esa reflexión sirve a Laughlin para introducir su dura crítica a la ciencia actual, que según reconoce está especialmente interesado en dar a conocer.. 'Gran parte de la física moderna se basa en creencias reduccionistas, más que en hechos experimentales, y esto será muy perjudicial para la ciencia a largo plazo', advierte. El reduccionismo se concreta en la búsqueda de una teoría del todo, un conjunto de ecuaciones que describan todos los fenómenos observados hasta ahora y que se observarán en el futuro. 'Es la encarnación moderna del ideal reduccionista de los antiguos griegos, una aproximación al mundo natural que sigue siendo para muchos el paradigma central de la física', ha escrito.

El problema, en su opinión, es que una teoría del todo no podrá explicar jamás algunos de los problemas más importantes de la ciencia hoy, que tienen que ver con la aparición de propiedades nuevas en sistemas construidos con un número elevado de partículas. La frase resumen es 'más es diferente'. Muchos ejemplos de estos sistemas se dan en biología: 'Intentar predecir la función de las proteínas o el comportamiento del cerebro humano a partir de estas ecuaciones es absurdo'.

Pero también hay casos en la física, según Laughlin, como la superconductividad a alta temperatura, que sigue inexplicado: 'Es hoy uno de los problemas más importantes, porque la riqueza de su comportamiento sugiere la presencia de una nueva forma de emergencia cuántica'. Estos sistemas 'están regulados por principios de organización superiores', que tienen en común el ser invisibles a escala microscópica -la escala a la que los físicos actuales trabajan-. Además, como no hay una única regla que describa estos sistemas -como desearía el ideal reduccionista-, sólo es posible entender su funcionamiento 'mediante la observación, y logrando que teoría y experimento se den la mano', afirma Laughlin. Por eso 'es irónico sentarse y dedicarse a pensar en la ecuación definitiva, que lo describe todo, en lugar de salir y ver el mundo. La auténtica ciencia se basa siempre en la observación. Y desafortunadamente las teorías del todo son más fáciles de vender que la auténtica ciencia'.

Sobre las predicciones de que la física se acerca a su fin, Laughlin dice: 'Lo que ocurre es que lo que va a acabar es la ciencia reduccionista, pero quedan innumerables preguntas sin respuesta'.

El futuro ya está aquí

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