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Tribuna:EUSKADI TRAS LAS ELECCIONES
Tribuna
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Idus de mayo

Considera el autor que el aval recibido coloca al nacionalismo en la mejor situación para auspiciar el diálogo entre los partidos vascos

Transcurrido el proceso electoral y vistos los resultados que estas elecciones han arrojado, podemos sacar las siguientes conclusiones. En primer lugar, la sociedad vasca ha optado masivamente por acudir a votar habiéndose alcanzado una altísima participación cercana al 80%. Ocho de cada diez vascos con derecho a voto han intervenido en los sufragios, cifra que no se conocía desde las primeras elecciones democráticas. Otro dato evidente es que la coalición que ha ganado claramente estas elecciones ha sido la nacionalista.

La coalición EA-PNV ha recibido el apoyo de casi 600.000 ciudadanos, muy por encima del PP, que con 324.000 votos se consolida como segunda fuerza política. Este partido, junto con el PSE-EE, pese a que reciben también nuevos apoyos respecto a los anteriores comicios, sufren un estancamiento que frena sus expectativas de desplazar al actual nacionalismo gobernante mediante el pacto del que han hecho gala durante toda la campaña electoral. El dato más significativo de la jornada es el desplome que sufre la marca electoral de HB, en buena medida responsable del éxito del nacionalismo moderado, que pierde la mitad de sus escaños y más de 81.000 votos. Por último, IU recupera el tercer escaño debido a la reforma de la ley electoral experimentando un pequeño incremento de votos.

Sin duda alguna, uno de los factores que ha contribuido al éxito de la coalición PNV-EA, ha sido el talante del que ha hecho gala su líder Juan José Ibarretxe, muy especialmente ante los desaforados ataques que PP y PSE han dirigido durante la campaña contra el nacionalismo y contra lo vasco. Los desprecios al euskera por parte de Manuel Fraga, las veladas alusiones a la Guerra Civil dependiendo de los resultados electorales, la utilización sectaria de la televisión pública, etcétera, han fortalecido las posiciones del nacionalismo, que ha optado por una campaña de guante blanco ocultando a sus mas elocuentes personajes, Arzalluz y Egibar, que han sido sustituidos por el papel estelar de Ibarretxe.

Otro factor que no hay que olvidar es que gran parte del universo batasuno vive de las subvenciones otorgadas desde el nacionalismo gobernante, desde la coordinadora de euskaldunización AEK pasando por Elkarri (recuérdese la concesión de la lotería del rasque y gane) o por los numerosos advenedizos de la izquierda abertzale presentes en la nómina del PNV. Todos ellos, ante el temor de que un gobierno PP-PSOE les retirara su apoyo económico, han votado masivamente a la coalición nacionalista. La esperanza es que una parte de este voto prestado realmente haya recapacitado sobre la inutilidad de la violencia y haya optado por apartarse definitivamente de HB. Porque lo realmente significativo es que HB se ha desplomado y se ha convertido en ese 10% de voto antisistema, totalitario, que está presente en la mayoría de los países de nuestro entorno europeo, aunque en Euskadi se agrupe en una opción política concreta. Y este trasvase de votos dentro del nacionalismo vasco ha sacado a la luz ese núcleo duro y corrosivo de 140.000 votos que define a la secta comunofascista vasca que sigue fascinada por la violencia.

La sociedad vasca ha dejado bien claro que a partir del día 14 es necesario el diálogo y el entendimiento entre los partidos políticos vascos. El nacionalismo vasco lo puede hacer desde la tranquilidad que le proporciona los mejores resultados de su historia política. El partido socialista también está en una buena posición para reflexionar y apostar por el entendimiento cruzado con el nacionalismo vasco, por los gobiernos transversales que tan buenos resultados dieron a la sociedad vasca hace unos pocos años. Las encuestas demoscópicas de esta pasada semana indicaban claramente que la ciudadanía vasca opta mayoritariamente por una fórmula de gobierno mixta, PNV-EA-PSE. Y los resultados de las elecciones apuntan por esa dirección. Ibarretxe habla de gestionar inteligentemente la victoria, pero también es el momento de saber gestionar los sentimientos, dejando de lado la visceralidad primaria para dar una oportunidad a la racionalidad.

Porque lo que no se entiende es cómo la ciudadanía vasca es capaz de convivir, acordar y dialogar entre diferentes y, sin embargo, la clase política ha perdido hasta los contactos personales, sin duda conducidos por los proyectos mesiánicos liderados por los aparatos burocráticos de sus propios partidos.

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La política de bloques ha fracasado estrepitosamente y es el momento de restablecer el diálogo entre los diferentes partidos. Las lecturas frentistas que algunos pueden tener la tentación de hacer, tampoco son correctas. Porque ni los 600.000 votantes de PNV-EA no se sienten sólo vascos ni los 575.000 ciudadanos que han apoyado al PP o al PSE se sienten sólo españoles. La compleja sociedad vasca es un pool de sentimientos y pareceres, y una vez más lo ha dejado claro.

La ciudadanía vasca confía esperanzada en que los partidos que constituyen la centralidad vasca, o que al menos en su día la conformaron, sean capaces de acordar un proyecto de país en base a unos puntos mínimos compartidos por nacionalistas y constitucionalistas, en definitiva por la mayoría de los vascos. Un proyecto de construcción nacional vasca que se sustente en el afianzamiento de las actuales instituciones surgidas gracias al Estatuto. Porque debemos construir el País Vasco entre todos mediante un gobierno estable y duradero para todos, en donde prime el consenso y la alianza en los temas fundamentales que afectan a la vida diaria y a la convivencia.

Arturo Goldarazena es doctor en Ciencias e investigador de la Universidad de Florida.

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