El banderillero sufre tres cornadas de 15, 25 y 30 centímetros
En total, 70 centímetros. El cuerpo del banderillero Juan Carlos de los Ríos, El Formidable, recorrido por tres surcos profundos. Tres cornadas. '¡Esto es Vietnam!', comentaba uno de los compañeros del subalterno herido a la puerta de la enfermería. Casi dos horas después de que el sobrero de Julio de la Puerta hiciera por el banderillero a la salida del embroque, el parte médico colgaba en la ventanilla. La ambulancia salía rumbo a la clínica de la Fraternidad y sobre el pavimento de cemento sólo quedaba el recuerdo de los golpes secos de las botas recias de los picadores.
La primera de las heridas afecta al triángulo de escarpa izquierdo, 'con orificio de entrada y salida de 15 centímetros'. La menos grave. La segunda, 'en el pliegue inguinal izquierdo', presenta una trayectoria ascedente de 30 centímetros, que va devastando todo lo que encuentra a su paso: 'músculo recto anterior, oblicuo mayor y trasverso, penetrando en cavidad abdominal', se lee en el parte. La tercera de las aberturas en la carne comienza en el triángulo de escarpa derecho. De nuevo, la vía sube por el voluminoso cuerpo de El Formidable hasta llegar a los 25 centímetros. Los miembros afectados son 'el anillo inguinal, la raíz del pene y se registra una contusión en el peritoneo'. Contusión frontal y conmoción cerebral completan el desastre. Pronóstico: muy grave.
Tensión
'Lo peor no es que un toro fuera malo o no se dejara torear. Lo que ocurre es que no ha habido ni uno en condiciones', comenta Pepín Jiménez desde la habitación del hotel. Antes, también a él le tocó probar el genio del toro que cogió a su banderillero. 'Pocas veces he pasado una tarde con tanta tensión. Apenas pasaban un poco, ya se estaban volviendo. Se metían por debajo y no dejaban ni una opción'.
La tensión a la que se refiere Jiménez se vivió en la puerta de la enfermería, apretada en la garganta de los compañeros de El Formidable. Los picadores Romualdo Almodóbar y Francisco Martínez y el banderillero Jesús Márquez se agarraban a cada uno de los partes más o menos oficiosos que salían del quirófano. 'Parece que la cornada es limpia', decía uno. 'No ha causado demasiados destrozos', corregía el de al lado... Y, mientras, el crepitar de las botas de los picadores sobre el cemento.
'Esto es como creer en los Reyes Magos', comienza Pepín. 'Sí, uno sabe qué tipo de toros son los de Fraile, pero tienes la esperanza de que alguno, por despiste o por lo que sea, salga bueno, en condiciones... Las ganas, la ilusión de torear en Madrid... Todo eso hace de que te lo creas... Nada, no ha habido manera. Y el peor de todos ha sido justamente el sobrero, el único que no era de Fraile', concluye.
Se apagan las luces de la plaza. Sólo falta por salir El Formidable. A eso de las diez se encaminaba a la Clínica de la Fraternidad. Él, y sus 70 centímetros de cornadas.
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