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Gran Premio de Austria de Fórmula 1 | AUTOMOVILISMO
Columna
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Nada es lo que parece

A una carrera tan divertida como la de ayer sólo le habría faltado un final sorpresa, como, por ejemplo, que el McLaren de Coulthard se quedara sin gasolina en la última vuelta. No fue así porque la suerte sonríe a los audaces. De un tiempo a esta parte, sin embargo, este adjetivo ya no se le puede aplicar a los bólidos rojos italianos, que parecen haber asumido su papel de campeones adoptando estrategias tan conservadoras como las que antaño usaran las flechas de plata. No hay como perder para cambiar los papeles. Es McLaren quien ahora arriesga, retrasa los repostajes, apura al máximo las posibilidades tácticas y también a quien golpea la mala suerte, como sucedió hace dos semanas en Barcelona y de nuevo ayer, cuando Hakkinen se quedó parado en la salida.

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En el circuito de Spielberg sucedió lo que todo el mundo vaticinaba que ocurriría en Montmeló. Las famosas ayudas electrónicas, concretamente el sistema automático de salida, hizo estragos. No arrancaron los dos Jordan, el McLaren de Hakkinen y el Sauber de Heidfel. Fueron de nuevo los Williams los que dejaron a todos los demás detrás. Un recuerdo al trabajo de Marc Gené.

Electrizante el primer tercio de la carrera. El descaro que viene mostrando el colombiano Juan Pablo Montoya desde que se inició la temporada ha cambiado las reglas del juego. Ya no hay respeto por los viejos campeones. Incluso el viejo zorro de Tim Walkinshaw se permite sacar a sus Arrow con los depósitos medio vacíos de modo que Verstappen se pueda codear con los Ferrari dándole caza a Montoya. Fuegos artificiales como pudo comprobarse en cuanto entró a repostar en la vuelta 20ª, aunque luego consiguiera entrar en los puntos. Una buena manera de contentar a los patrocinadores, al igual que esos ciclistas que se escapan al principio de la etapa.

Pero no miente Frank Williams cuando asegura que este año todavía no están preparados para luchar por el título. Pronto se vio que no podrían aguantar la cabeza de la carrera. Pero Montoya no es de los que se arrugue facilmente y Michael Schumacher tenía más de una cuenta que saldar con el colombiano. Ninguno de los dos cedió y tampoco se llegaron a tocar, en una demostración de maestría, pero los dos se dieron un paseo por la hierba.

Allí se decidió la carrera. De nuevo quedó claro que Barrichello no da más de si, y del puñado de pilotos que ahora mismo pueden ganar una carrera ya sólo quedaba Coulthard en situación de hacerlo.

Para los españoles, más de lo mismo. Para De la Rosa, la de ayer fue una carrera para olvidar. Más bien parece que el efecto De la Rosa que buscaba Niki Lauda haya servido para poner en marcha a Eddie Irvine, que se dejó ver durante buena parte del Gran Premio luchando con los BAR de Panis y Villeneuve. Alonso, en su línea habitual de sacarle partido a lo que tiene, hasta que abandonó. Su condición de revelación del año, sin embargo, se la está robando el increíble finlandés Raikkonen. Es desesperante ver como Alonso se acerca hasta colocarse al rebufo de su predecesor, pero no puede adelantar a nadie. Debe de ser tremendo para un ganador nato.

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