Disparos
¿Qué nos pasa? ¿Necesitamos que la gente más próxima a la víctima se eche a la calle para pedir explicaciones por lo sucedido? ¿No se merece la opinión pública algo más que 'fuentes consultadas' o 'fuentes policiales' en este caso? Cuando hace una semana Alfredo Estrada, después de beberse un trago de lejía y amoniaco, se atrincheró solo en la Biblioteca Municipal de Sagunto armado con una pistola simulada, había sido ya vencido por la anomia social que Durkheim teorizó en un clásico ensayo sobre el suicidio, le había reventado en las entrañas la hemorragia del sinsentido, se ahogaba en un delirio de desesperación. Pero nunca debió conseguir lo que una parte de su mente extraviada perseguía. De aquella biblioteca donde permaneció encerrado más de una hora jamás debió salir con los pies por delante, acribillado. Dicen que la policía no se percató de que el arma que esgrimía era inofensiva, que no supo calibrar la situación, que no buscó a alguien que pudiera aportar información sobre aquel infeliz a quien el instinto llevó al lugar donde sabía que podía hallar a su ex novia, que no hubo un psicólogo en el operativo... Aquella mañana en Sagunto, tras una maniobra temeraria de aproximación parapetada en un paquete de tabaco, agentes de los grupos especiales descargaron en un reflejo letal de autodefensa hasta cuatro disparos sobre un joven de 24 años que se hundía ante sus ojos en el agujero negro del fracaso. La muerte suele sembrar alrededor vacío y desconcierto. Resulta todavía más helada e inhóspita cuando irrumpe en medio de la seca detonación de los disparos y su ejecución viene de la mano de quien estaba allí para evitarla. Hacer frente a la desazón, explicar lo ocurrido, mostrar pesar ante el error irreparable y anunciar medidas para que no se repita es tal vez lo único que podían hacer en esta ocasión esos responsables policiales y políticos que tantas veces comparten ante las cámaras los éxitos de otras operaciones de las fuerzas del orden. No lo han hecho. Y hay que anotar su falta de coraje.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.